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lunes, 5 de noviembre de 2018

OPINION: Nada justifica

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Por Sussy Féliz
  
El fin de semana pasado leí con asombro y mucha consternación el titular del periódico El Día, que decía: “Hombre envenena a su hija y luego se suicida en Villa Jaragua”.  El cuerpo de la noticia no da muchos detalles, solo narra que la niña era de 4 años de edad y que supuestamente lo que motivó el doble suicidio fue el abandono por parte de la madre.

He pensado tanto en esta tragedia… y entre tantas ideas que llegan a mi cabeza no encuentro ninguna justificación válida para que esto haya ocurrido.  Veo la imagen de un hombre joven, muy joven, diría yo, cuyo amor por su pequeña,  su posible fe en un mañana mejor,  sus circuitos cerebrales,  neuronas y capacidad de razonar no alcanzaron a disuadirlo de cometer tal atrocidad.

Me pregunto una y mil veces, ¿qué sucede con el cerebro del ser humano cuando está atravesando situaciones difíciles? Cuál será el nivel de aguante, que una vez superado, dispara todas las alarmas indicando que ya no hay capacidad ninguna de discernir entre lo correcto y lo incorrecto…  ¿Qué pasa con la dimensión espiritual, con las creencias, con la fe, cuando el egoísmo se apodera del ser y lo ciega totalmente?  ¿Será que no se evidencian señales externas que permitan a otros ver que algo está por suceder?  ¿O será que la falta de empatía no permite apreciar el infierno que alguien lleva en su cabeza, la batalla que libra y que está por perder?  

¿Cuánta tristeza y desilusión debe cargar un ser humano, para llevarlo a rendirse de forma tan cobarde y egoísta?  Pienso en tristeza, asumiendo que el sujeto en cuestión ante el abandono de la pareja, se sentía triste.  Y ciertamente, la tristeza tiene diversos efectos sobre nuestro cuerpo, entre ellos: “Los circuitos cerebrales del dolor físico y emocional se solapan de forma que sientes esa tristeza incluso como un dolor físico, pero ello como es tan traumático para tu cuerpo, puede llegar a afectar tu sistema inmunológico.

Cuando estás triste se activan más de 70 regiones cerebrales distintas.  Mientras estás triste puedes recordar, pensar, sufrir y razonar en busca de soluciones o nuevas alternativas…”. (http://www.jorgedominguez.net/cuerpo-y-la-tristeza/)

¿Y la ira, qué provoca?  Ira es un término de origen latino que se refiere a la furia y a la violencia. Se trata de una conjunción de sentimientos negativos que generan enojo e indignación. En su acepción más positiva, la ira tiene como objetivo dar fuerza para protegerse y poder sobrevivir.  Muchas veces se exacerba cuando no es necesario, con consecuencias a nivel fisiológico y del comportamiento.

Por otro lado, existe otra oleada energética, activada por la amígdala cerebral, que permanece aún más tiempo que la anterior y se mueve a través de la excitación de la rama adrenocortical del sistema nervioso. Cuando esto sucede la persona se siente incapaz de perdonar y se cierra a todo razonamiento. Todos sus pensamientos gravitan en torno a la venganza y a la represalia, sin detenerse a considerar las posibles consecuencias de sus actos. Este alto nivel de excitación, alimenta una ilusión de poder e invulnerabilidad que promueve y fomenta la agresividad, ya que, a falta de toda guía cognitiva adecuada, la persona enfadada se retrotrae a la más primitiva de las respuestas. (https://asociacioneducar.com/cerebro-ira)

Puedo entonces concluir en que, el mal manejo de la ira puede ser el causante de desgracias como esta, donde la persona se ensaña y ve a la pareja como un enemigo o un monstruo al que se debe destruir física o emocionalmente.  En el caso en cuestión,  me atrevo a inferir  que este desenlace vino motivado a herir en lo más profundo a la madre de la niña, para que nunca encuentre tiempo suficiente de arrepentirse de haber abandonado el hogar, para que sienta que ha agraviado y pecado de forma tan grave que provocó la muerte de su vástago.  Historia muy trágica, y sobre todo muy egoísta.

Este es un tema tan delicado y complicado, que cualquier opinión puede parecer tan absurda e irracional, como el hecho mismo.  Solo queda pedir a Dios que tenga misericordia, que traiga paz y entendimiento a las personas que atraviesen por situaciones difíciles de modo que no lleguen a convertirse en causantes de tanto dolor y angustia.

“Piensa cuánto más dolorosas son las consecuencias de tu ira que las acciones que la han originado.” Marco Aurelio.