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jueves, 15 de agosto de 2019

OPINION: Dios me libró de un accidente que pudo ser fatal.

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Por Carlos Julio Féliz Vidal.

Hoy estuve en Santo Domingo y en San Juan, en actividades académicas y profesionales. A mi regreso en la noche, de San Juan, por la nueva carretera, me sorprendió la aparición de una vaca que ocupaba la dirección de la vía en que me desplazaba, tras ella surgieron cinco animales más.

Sólo había tiempo para maniobras cortas, por la proximidad de los animales. El vehículo, al responder a las maniobras quedó, literalmente, a menos de cincuenta centímetros del primer animal. En el otro carril venía un camión. Las vacas terminaron ocupando toda la vía.

Hoy, antes de salir le pedí a Dios ser la "sangre en el dintel", que tomara control del vehículo y me guardara espacios abiertos en la carretera. Dios lo hizo por mí.

La sangre en el dintel era la señal que tenía el ángel de la muerte para respetar la vida de los hijos de los hebreos, cuando la ira de Dios azotó con muerte a los primogénitos de Egipto. En las casas dónde se colocó la sangre de los corderos de la remisión, no sé perdió ninguna vida.

Jesús es esa sangre, que colocada en el dintel prolonga nuestra existencia terrenal y provee habitación para nuestro futuro.

Gracias a Dios por ser misericordioso conmigo.