El Estado de Derecho, modelo en el que vivimos, descansa en ideas simples cuya realización empero, costó sangre y fuego durante siglos: el predominio de la ley ante la fuerza del que manda y la igualdad en su aplicación; el debido proceso de ley y la sentencia condenatoria para destruir la presunción de inocencia, son algunos ejemplos.
En la República Dominicana, no entender estos ideales y su historia, y la extraordinaria cesión de fuerza a algunos sectores de poder, han sido ocasión de grandes tragedias históricas. La más reciente de éstas, la muerte de la pareja de esposos evangélicos, retrata la fragilidad de nuestro Estado de Derecho.
Las respuestas mediáticas inmediatas, ofrecidas por el Gobierno Central ante la presión social y de los medios, evidencia que el poder parece no entienden aún, las razones que motivan la debilidad de nuestro Estado de Derecho.
