POR ALEJANDRO SANTANA, artículo enviado a Ecos del Sur
Todas las sociedades del mundo han tenido grandes dolores de cabeza cuando la delincuencia sustituye el orden jurídico establecido para mantener la seguridad ciudadana en una nación donde su gente desea desplazarse con seguridad y confianza.
Cuando esto se ha puesto de manifiesto y ha habido la necesidad de establecer ese orden quebrajado, ha habido enfrentamientos de ideas, de ponderaciones y calificaciones en torno a las acciones que se han adoptado.
En muchas partes, han tenido que morir, muchas personas para que se logre restablecer ese orden perdido, en algunos lugares, las leyes aplicadas con honestidad y sin favoritismo han solucionado esa situación de inseguridad.
Hoy los dominicanos de todos los rincones del país, estamos atrapados por las acciones delictivas, a tal grado que nos sentimos inseguros hasta en nuestra propia casa y centro de trabajo.
Hemos cambiado de una sociedad amistosa y que le gustaba compartir con los demás en espacios públicos, a un conglomerado desconfiado, y enclaustrado en cuatro paredes, acosado por los delincuentes.
Eso nos ha hecho llamar a las autoridades a que salgan a restablecer el orden perdido, a sancionar a los delincuentes, no a matarlos aunque tengamos en cuenta que la rabia que afecta al perro solo se elimina matando al perro.
Eso nos ha hecho llamar a las autoridades a que salgan a restablecer el orden perdido, a sancionar a los delincuentes, no a matarlos aunque tengamos en cuenta que la rabia que afecta al perro solo se elimina matando al perro.
Y en ese trajinar hemos comenzado a escuchar los alaridos de las gentes de los derechos humanos, pero solo los hemos escuchado cuando algún delincuente cae abatido por policías que en ocasiones tienen que ripostar agresiones.
Y son muchos los ciudadanos que se preguntan,? acaso no son hijos de una madre los policías asesinados¿, esto en razón de que solo nos inmutamos cuando cae alguno de esos consuetudinarios delincuentes.
Lo correcto sería que nadie muera, ni delincuentes, ni policías, pero para esto se hace necesario que nuestras autoridades, policías, fiscales, y jueces asuman sus responsabilidades para combatir la delincuencia.
Así de simple porque es inconcebible que una persona que en un año acumule hasta siete fichas, este en las calles cometiendo actos delictivos, sin que haya habido un juez que le imponga otra de las sanciones que establece nuestro código procesal penal.
Y no es una exageración, los medios destacan en ocasiones acciones delictivas de algún individuo que debió estar tras barrotes, pero que un juez benévolo lo ha dejado en libertad, o le ha aplicado una de las medidas que les permita estar en la calle.
Sería bueno que se retome con honestidad, sancionar a quienes delinquen, que se les apliquen una de las medidas que se establecen por ley, pero no la que les permite estar+ tan pronto en las calles delinquiendo, nuevamente.
Cambiemos de actitud, seamos más responsables, apliquemos las leyes, que no haya contemplaciones con los que constantemente están delinquiendo, encerrémoslo, que el sistema penitenciario trate de rehabilitarlo por el bien de la sociedad.
Si así lo hacemos, no tendríamos la necesidad de estar dando explicaciones ni nombrando comisiones que nunca funcionan para que investiguen la muerte de delincuentes que al fin y al cabo son seres humanos iguales que los policías y que cualquiera de nosotros.
Es imperativo que acabemos con la delincuencia, no que matemos a los que delinquen, al que no podamos rehabilitar, encerrémoslo que el sistema se ocupe de él para que la ciudadanía se encuentre segura, en su centro de trabajo, en las calles o sus casas.
Apresemos a los que en las esquinas de los barrios venden drogas de manera pública, a los que roban para comprar esos estupefacientes, a los que atracan, para robar motores, passolas y celulares, en fin apresemos y sometamos a la justicia a todo el que delinquen por el bien de ellos mismo y por el bienestar de la ciudadanía.