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jueves, 24 de enero de 2013

Reflexiones sobre el adverbio casi (1)

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POR RAFAEL PERALTA ROMERO
Artáculo enviado a Ecos del Sur 

Un muchacho semirural, del nivel medio  escolar, se sienta frente a un sacerdote jesuita que ha de someterlo a una prueba de inteligencia. 

El religioso español, director de un centro de estudios vocacionales,  quiere percatarse  de la capacidad de discernimiento del chico y comprobar cómo ha asimilado los estudios realizados.
Le pregunta  sobre aritmética, geometría, algo sobre la lengua y otros  lances  de los que  el muchacho  salió airoso. Luego viene esta cuestión: A ver ¿qué prefieres tú, estar casi vivo o casi muerto? Sin pensarlo mucho, el muchacho contestó: Casi vivo. El cura se echó hacia atrás y sonriendo dijo: Pues yo no, prefiero estar casi muerto.

El eclesiástico justificó su preferencia con el siguiente argumento: “Si tú dices casi me caigo, no te has caído; si dices casi encesto la bola, no la has encestado. Por eso quien está casi vivo no está vivo y si no está vivo ¿cómo está?”. “Muerto”, respondió el  muchacho. Luego el jesuita agregó que quien está casi muerto, no está muerto y por tanto, vivo.

El estudiante  quedó convencido, y  dado que por una respuesta  equivocada no le sería negado el ingreso al seminario, fue admitido,  aunque no llegó a ordenarse. Han pasado cuatro décadas y el muchacho, que ya no es tal, ha querido ampliar su respuesta con estas reflexiones sobre el adverbio “casi” que disienten  de la aseveración del jesuita.

Supuse que la palabra “casi” tendría  mucho espacio en el Diccionario, pero la comprobación, auténtico juez de la verdad,  me hizo ver que no es así. Mire qué dice: “Poco menos de, aproximadamente, con corta diferencia, por poco”. El contenido semántico de “casi” parece corto, pero  el sentido filosófico resulta largo.

El adverbio  modifica la significación del verbo, de un adjetivo y hasta de otro adverbio.  De modo que no es  lo mismo decir “está vivo”  que  “está casi vivo”, como tampoco resulta igual  “está  muerto”  que “casi muerto”.  Creo que delante de los adjetivos “vivo”  y “muerto” este adverbio adquiere un carácter absoluto.
No se puede estar “aproximadamente vivo”, pues entonces  no se está vivo. Quien  se  encuentre  “cerca de” estar vivo  tampoco lo está.  

Lo mismo va  para “muerto”. La persona que esté al borde de la muerte,  puede considerarse  casi muerta. Más si no puede valerse por sí misma ni tiene conciencia de las cosas.

En otras situaciones,   el “casi” adquiere cierta relatividad en la que  merma la antonimia  entre dos elementos. Es decir, que porque no sea una cosa, necesariamente  no tiene  que ser  lo contrario. El casi loco no es precisamente cuerdo ni el casi burro será inteligente porque no sea burro. En unos casos  se da  el punto medio.