POR JOSE ANTONIO MATOS
Para Ecos del Sur.
Después de deslices aparentes en la actitud presidencial sobre Bahía de Las águilas, el honorable presidente actual de la república dominicana, hizo lo esperado por la población conciente de los dominicanos, que fue, ordenar el curso correspondiente al status legal de los certificados de propiedad de cientos de miles de terrenos en la misma, que se ha denunciado y a todas luces, es el producto de un proceso de testaferrato, en el que unos vivos del estado han realizado para quedarse con terrenos, para los cuales será el verdadero desarrollo y beneficio de la actividad turística que se promueve.
Los terrenos contenidos en el parque nacional Jaragua, establecido por decreto del doctor Salvador Jorge Blanco, en el año 1983, han sido objetos de asentamientos irregulares de el instituto agrario dominicano, como subterfugio para el cambio de nombres en el proceso que dio al traste con la titulación a nombre de los verdaderos lobistas de este mercado, cuyos nombres no han sido revelados al público, aunque hay noticias de nombres filtrados, que se confirmará con el proceso ordenado por nuestro presidente, llevando las tierras a su verdadero dueño, la población Pedernalense y las sanciones a los materializadores del dolo.
Lo habíamos observado en entrega anterior, que el problema de Bahía de las águilas, era de solución sencilla y de dificultades menores, porque el solo entendimiento del presidente y su voluntad de hacer las cosa bien, resolvía el problema, junto al seguimiento fiel del debido proceso en la justicia, para que el desarrollo del polo turístico empiece, pero de verdad para todos y con el disfrute de todos, no de un grupito, la acción gubernamental y judicial no pueden ser óbice para que eso se de.
Luego nos resta como sureños, esperar del señor presidente, acción similar, frente a la Barrick Gold, de un Oro, que no se debiera explotar, pero que si las circunstancias no permiten rescindirlo y suspender, por lo menos renegociar, a un mínimo de 60-40, a favor del pueblo dominicano. Esperamos del presidente suspender cualquier intento de explotación de Oro en San Juan, proseguir con firmeza la construcción de Monte Grande y restablecer el sistema de derivación de las aguas excedentes del Yague del Sur, a la bahía de Neiba, con sus regulaciones debidas para que vaya a los agricultores, a la laguna Rincón y al lago Enriquillo, la cantidad que convenga.
Los terrenos contenidos en el parque nacional Jaragua, establecido por decreto del doctor Salvador Jorge Blanco, en el año 1983, han sido objetos de asentamientos irregulares de el instituto agrario dominicano, como subterfugio para el cambio de nombres en el proceso que dio al traste con la titulación a nombre de los verdaderos lobistas de este mercado, cuyos nombres no han sido revelados al público, aunque hay noticias de nombres filtrados, que se confirmará con el proceso ordenado por nuestro presidente, llevando las tierras a su verdadero dueño, la población Pedernalense y las sanciones a los materializadores del dolo.
Lo habíamos observado en entrega anterior, que el problema de Bahía de las águilas, era de solución sencilla y de dificultades menores, porque el solo entendimiento del presidente y su voluntad de hacer las cosa bien, resolvía el problema, junto al seguimiento fiel del debido proceso en la justicia, para que el desarrollo del polo turístico empiece, pero de verdad para todos y con el disfrute de todos, no de un grupito, la acción gubernamental y judicial no pueden ser óbice para que eso se de.
Luego nos resta como sureños, esperar del señor presidente, acción similar, frente a la Barrick Gold, de un Oro, que no se debiera explotar, pero que si las circunstancias no permiten rescindirlo y suspender, por lo menos renegociar, a un mínimo de 60-40, a favor del pueblo dominicano. Esperamos del presidente suspender cualquier intento de explotación de Oro en San Juan, proseguir con firmeza la construcción de Monte Grande y restablecer el sistema de derivación de las aguas excedentes del Yague del Sur, a la bahía de Neiba, con sus regulaciones debidas para que vaya a los agricultores, a la laguna Rincón y al lago Enriquillo, la cantidad que convenga.