POR DAVID RAMIRES SANCHEZ
Artículo enviado a Ecos del Sur
Hace unos cuantos años, el periodista y Premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez, publicó un artículo donde decía que era difícil encontrarle una justificación doctrinaria a esa costumbre de confundir el culto de los héroes con el culto de sus momias.
Y no era para menos, ya el mundo contaba con varios políticos que habían sido embalsamados, algunos en contra de lo que habían manifestado querer antes de morir, para ser exhibidos como momias al público, entre los casos tenemos el de Lenin en Rusia, Mao en China, Ho Chi Minh en Vietnam, Kim Jong-il en Corea, entre otros.
La idea de convertir los cuerpos de nuestros dirigentes políticos en momias eternas, muy semejante a un faraón egipcio, como monumentos de culto casi divino e infalible para las masas trabajadoras, nació en la entonces conocida Unión Soviética (URSS), durante la dictadura del sacerdote de la apoteosis, Josep Stalin, como una forma de perpetuar entre las masas la imagen del líder fallecido.
Y no era para menos, ya el mundo contaba con varios políticos que habían sido embalsamados, algunos en contra de lo que habían manifestado querer antes de morir, para ser exhibidos como momias al público, entre los casos tenemos el de Lenin en Rusia, Mao en China, Ho Chi Minh en Vietnam, Kim Jong-il en Corea, entre otros.
La idea de convertir los cuerpos de nuestros dirigentes políticos en momias eternas, muy semejante a un faraón egipcio, como monumentos de culto casi divino e infalible para las masas trabajadoras, nació en la entonces conocida Unión Soviética (URSS), durante la dictadura del sacerdote de la apoteosis, Josep Stalin, como una forma de perpetuar entre las masas la imagen del líder fallecido.
Stalin dispuso que el cadáver de histórico líder comunista Vladimir Lenin fuera embalsamado para que esa momia, presentado en un mausoleo como casi incorruptible, héroe político y guía predestinado de la revolución bolchevique, fuera una figura con la que identificarse en la construcción del supuesto Estado de la clase trabajadora. Así nació uno de los uno de los cultos a la personalidad más poderosos que ha conocido la humanidad.
Ya sabemos que sucedió después en la Unión Soviética, lo escribí hace un mes en un artículo que salió publicado en Ecos del Sur ¿Por qué “endiosar” la figura de Hugo Chávez? Un artículo que sería bueno que los lectores leyeran rebuscando entre los archivos de ese blog digital.
El culto a la personalidad es anti revolucionario, anti marxista e incompatible con la naturaleza humana. Por tal razón, cuando escuché que el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez sería embalsamado para ser presentado a las masas como una reliquia sagrada de la revolución bolivariana, simplemente se me erizo la piel, esto así por considerarlo, no solamente absurda y patético, sino también horroroso.
Con esta decisión, parece ser que los herederos del chavismo en Venezuela ignoran como se desenvuelve la dialéctica revolucionaria. Al parecer en Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y otros grupos en el seno del PSUV nada ha aportado la experiencia rusa de que con el tiempo el simbólico cadáver de Lenin se ha convertido en un problema de Estado luego de la caída de la élite burocrática y de terror que predominó en la antigua URSS.
El culto a la personalidad es el inicio de la “semilla del mal” en toda revolución porque siempre termina alejando a la clase trabajadora (como vanguardia en la lucha revolucionaria y la implantación de una autentica democracia), de sus principios más vitales que son: Construir la sociedad de iguales para vivir con dignidad y justicia.
Con esta decisión lo que le espera en el futuro a la revolución bolivariana de Chávez es repetir los mismos errores que la revoluciones en Rusia y China después de instaurar el culto a la personalidad, estas sociedades terminaron restaurando el capitalismo salvaje y sus dirigentes burócratas se reconvirtieron en nuevos burgueses y agentes del imperialismo.
Hugo Chávez como buen católico, como hombre político, y como líder de un proceso revolucionario merece ser enterrado en paz y que sus ideales perduren en la clase trabajadora como inspiración, pero nunca como momia de museo para ser glorificado y
santificado en nombre de la clase trabajadora.
