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domingo, 14 de julio de 2013

OPINION: El negocio de los medicamentos falsos

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POR MANUEL VOLQUEZ
Para Ecos del Sur.

“Mil trescientos treinta y cinco medicamentos falsificados fueron decomisados en Moca, provincia Espaillat, por miembros de la Policía y representantes de Salud Pública, durante una requisa a  una farmacia clandestina que aparentaba ser un repuesto de vehículos. 

“El decomiso fue realizado en la carretera que conduce de Moca hacia Las Lagunas, en el  taller de repuestos Ramos, donde venden y reparan vehículos, según un informe de la oficina de relaciones públicas de la Policía”.

Los párrafos anteriores corresponden a una información publicada recientemente por un periódico local.
Otras historias parecidas se han divulgado en numerosas ocasiones, como si se tratara de cosas de poca monta, no así la gravedad que implica poner en la ruta de la muerte  a la inocente población que está a merced de mentes criminales.

El Ministerio de Salud Pública debe tener archivados varios procesos relacionados con el cierre de farmacias y de laboratorios clandestinos donde se venden y fabrican medicamentos que llevan el sello de empresas que están registradas legalmente. 

Obvio, se trata de vulgares falsificaciones encaminadas por personas inescrupulosas que actúan libremente en complicidad de terceros que conocen perfectamente de esas ilícitas operaciones y tienen muy buenas conexiones.

Hace unos seis años, un amigo que trabajaba como ejecutivo en una reputada empresa procesadora de fármacos me entregó un documento en el que se hacía una reseña amplia sobre productos farmacéuticos alterados en cuanto a sus componentes, que se vendían en algunas farmacias del país. El tema fue debatido en un seminario efectuado en Guatemala, con delegaciones de diferentes países latinoamericanos,  y de allí salieron a relucir los tecnicismos utilizados por los falsificadores para la alteración de los elementos químicos legales que contenían esas medicinas.

No tengo las pruebas a manos, pero me atrevería a apostar que todavía operan farmacias clandestinas, al igual que los laboratorios. Varios de esos negocios operan en barrios marginados de la capital y de ciudades del interior.

Quienes están involucrados en esa repudiable práctica cuentan con potentes recursos económicos para obtener maquinarias y equipos modernos empleados en la fabricación de fármacos ilegales en perjuicio de los usuarios, que pocas veces leen las etiquetas de los recipientes para asesorarse del contenido, sobre todo si están o no vencidos.

La gente acude a las farmacias a comprar medicamentos indicados por los médicos, confiados en que esas mercancías ayudarán a sanarla y por eso los ingieren ciegamente, no sabiendo que en determinadas ocasiones están consumiendo basuras.

Son tan ingeniosos los falsificadores que cuentan con imprentas modernas para la confección de etiquetas que se confunden con las que usan los laboratorios registrados legalmente. Es tan cierta esta realidad, que cuando uno asiste a una farmacia a comprar un medicamento, el empleado pregunta “de cuál laboratorio”. Es decir, dependiendo del fabricante, el producto se venderá a precios distintos debido a que, eso dicen, todo dependerá de la calidad de los ingredientes. Otra modalidad de falsear productos medicinales.

Y para colmo, muchos negocios legales venden mercancías de dudosa calidad, según lo han comprobado las autoridades en allanamientos realizados en diferentes puestos de venda del país, lo que hace más crítica la situación. 

Numerosas farmacias ilegales son instaladas a través de licencias complacientes obtenidas al amparo del clientelismo político y sin reunir las condiciones para ese tipo de actividad, procedimiento que se ha convertido en un gran desorden.