Para Ecos del Sur
No le veo sentido común el rechazar a una persona por el hecho de ser homosexual, lesbiana, transexual o bisexual.
Cada quien tiene derecho a hacer con su cuerpo y su vida lo que le plazca o elegir la preferencia sexual que le cuadre. Creo que hay mucho de demagogia y doble moral en esas protestas contra el gobierno de Estados Unidos por recomendar como embajador en el país al señor James Wally Brewster, conocido como un activista de los derechos de los homosexuales en Norteamérica.
La homosexualidad, como la prostitución, no son cosas de esta época. El Imperio Romano, para poner un ejemplo, como las demás civilizaciones antiguas, fueron escenarios históricos donde la homosexualidad ocupó un lugar cimero, incluyendo numerosos soldados, jefes militares de altos rangos, fenómeno que abarcó a alta nobleza. Eran conductas rechazables para los moralistas, no así para los que entendían que habían escogido el mejor camino en término de mostrar públicamente preferencia sexual.
La era moderna no es una excepción a la regla. En nuestra sociedad, como en otras de este mundo, hay profesionales, entre ellos militares, policías, sacerdotes, pastores, periodistas, sociólogos, intelectuales, legisladores, funcionarios, maestros, abogados, ebanistas, carpinteros, pintores, cantantes, artistas, etc., que tienen inclinaciones homosexuales; unos, los más valientes, lo manifiestan públicamente, otros en fiestas, en grupo o en reuniones secretas “entre amiguitos”.
La homosexualidad es condenada por la Biblia, pero el hombre ha hecho poco caso a esa posición y ha preferido trillar su propio destino en cuanto a la preferencia sexual. Se trata de un hábito que poco a poco se ha convertido en una costumbre, en hábitos, rechazados y legalizados, en diferentes sociedades. Antes, se ocultaban esas inclinaciones. Ahora, para muchas personas, es algo normal, sin importar lo que piensan de ellos la sociedad en su conjunto.
Viví nueve años en Estados Unidos y fui testigo de escenas eróticas en zonas públicas de parejas gay de ambos sexos besándose en los trenes, los autobuses, en los parques y otros escenarios. Y me pareció normal, aunque en principio sentí repugnancia. Eran otros tiempos y hasta ese momento no pensé en los efectos de la evolución de las costumbres y los cambios de conductas del ser humano.
La Biblia fustiga con severidad la actividad homosexual al considerarla un pecado. Los libros Génesis 19:1-13; Levítico 18:22; Romanos 1:26-27; 1ª Corintios 6:9). Romanos 1:26-27 enseñan que la homosexualidad es el resultado de negar y desobedecer a Dios.
También dice que cuando una persona continúa en pecado e incredulidad, Dios “lo entrega” aún al pecado más malvado y depravado, a fin de mostrarle lo inútil y desesperado de la vida, al hallarse separado de Dios. 1ª Corintios 6:9 proclama que los “transgresores” homosexuales no heredarán el reino de Dios.
Dice ese libro sagrado que una persona se vuelve un homosexual a causa del pecado (Romanos 1:24-27), y definitivamente a causa de su propia elección. Un individuo puede haber nacido con una gran susceptibilidad hacia el mismo sexo, al igual que hay gente que ha nacido con una tendencia a la violencia y otros pecados. Eso no la disculpa de escoger pecar al ceder a sus deseos pecaminosos.
Mi humilde opinión es que trata de una degeneración incontrolable, tal vez< una depravación, que cada día va en aumento acelerado y nadie lo detendrá, como si se tratara de un cáncer terminal. ¿Qué rayos está pasando con la humanidad?
La situación es tan impactante que el viernes 28 de junio del corriente año, cerca de mi casa, vi a un perro macho tratando de hacerle el amor a otro de su mismo sexo, que por cierto cedió muy tranquilo a los propósitos de su par. También vi una perra subirse encima de un macho tratando de hacer lo mismo. Es decir, hasta los animales están en eso.
No justifico que dos hombres tengan relaciones sexuales entre sí, ni tampoco dos mujeres. Pero no tengo motivos para satanizarlos ni razones para condenarlos Si alguien escogió ese camino, por las razones que sean o porque se ha cansado de las mujeres (eso sería una pena), que le vaya bien. Es una ridiculez (es lo que pienso) oponerse a esa designación en tránsito del embajador James Wally Brewster. Hay muchos temas más importantes que suscitan mayor interés colectivo. ¿Por qué no aprovechar el tiempo en cosas más productivas? Por Dios, abandonen esa doble moral.