POR MANUEL VOLQUEZ BELLO
Para ECOS DEL SUR
En termodinámica, la entropía es una magnitud física que mediante cálculo permite determinar la parte de la energía que no puede utilizarse para producir trabajo. Es una función de estado de carácter extensivo y su valor, en un sistema aislado, crece en el transcurso de un proceso que se dé de forma natural.
La entropía describe lo irreversible de los sistemas termodinámicos. La palabra entropía procede del griego (ἐντροπία) y significa evolución o transformación. Fue Rudolf Clausius quien le dio nombre y la desarrolló durante la década de 1850 y Ludwig Boltzmann, quien encontró la manera de expresar matemáticamente este concepto, desde el punto de vista de la probabilidad.
Criterios parecidos brotan de las teorías de excelentes profesionales de la física y la química, como son Eugene Chudnovsky, de la Universidad de Nueva York, Sheldon Lee Glashow, Premio Nobel de Física en 1979, Stanley Miller, de la Universidad de California, y Kenneth H. Nealson, investigador del laboratorio de la NASA.
Leyendo la obra titulada “Cara a cara con la vida, la mente y el Universo”, del académico español Eduardo Punset, he encontrado detalles interesantes sobre el origen de la vida y las cosas extrañas del Universo ofrecidas por estos profesionales. Ofrecen orientaciones y planteamientos profundos acerca de los elementos que hacen posible la vida en la tierra (carbono, hidrógeno, oxígeno, hierro, etc.) y las propiedades del sistema atmosférico de los distintos planetas.
Llegan a la conclusión que la entropía también es un parámetro del desorden. Esa es la concepción profunda que se desprende de la nueva interpretación de Boltzmann. Por extraño que parezca, se puede crear una medida para el desorden; es la probabilidad de un estado particular, definido aquí como el número de formas en que se puede armar a partir de sus átomos.
Precisamente, esa fase del libro me llamó poderosamente la atención y de inmediato me surgió la siguiente interrogante: ¿La entropía puede transportarse al terreno social? Sí, eso es posible, si partimos del hecho que el hombre es un ser rebelde con una estructura generacional compleja.
Esta es una ocasión para transportar la entropía del terreno de la termodinámica al aspecto social, teniendo al hombre como protagonista principal de algunos procesos sociales desordenados. Por ejemplo, el desorden es el principal aliado de algunos grupos fácticos y de individuos que fraguan planes para adquirir beneficios personales sobre la base del caos y la anarquía.
Esos grupos no conciben el orden como garantía de paz y tranquilidad. Calculan todos los movimientos (huelgas con gomas encendidas y disparos de armas caseras, manifestaciones públicas frente a las instituciones públicas, insultos mediáticos a través de la radio y la televisión) por mandatos de sectores políticos y sindicales que manejan excelentemente la extorsión.
Muchos dirigentes se han hecho millonarios organizando movimientos de ese tipo contra sectores públicos y privados, alcanzando incluso curules en el Congreso Nacional, y hasta son reclamados por entrevistadores de programas interactivos de los medios de comunicación. Es una escala degenerada de los valores sociales.
Pienso que la entropía social es un cáncer aparentemente sin antídoto, con matices irreversibles. El primer desorden que observamos es el mental. Los ciudadanos se resisten a acatar las leyes y los deberes como normas que conducen a un comportamiento civilizado. Esa anarquía la vemos a diario en los conductores de vehículos, cuando pasan los semáforos en rojo, parquearse en zonas prohibidas, y manejar borrachos; los estudiantes, cuando incumplen las obligaciones académicas impuestas por sus profesores; los ciudadanos, que no son capaces de hacer filas en los bancos, estadios deportivos, supermercados, etc., para pagar las facturas o realizar cualquier transacción.
Y ya que hablamos de entropía social, cabe muy bien en este espacio comentar la frase latina que dice: “Homo hominis lupus” (El hombre lobo se come al hombre).