IV. La sentencia del TC: Otra vez el dedo sobre la llaga, y no para curar.
1. Los “nacionalistas” de hoy han fragmentado la Historia, lo mismo que a Duarte.
El Tribunal Constitucional ha dictado una sentencia que ha puesto una vez más el dedo sobre la llaga, y no para curar al paciente, sino para empeorarlo. Con ello se ha revivido el sentimiento anti haitiano de los “nacionalistas” y sus aliados circunstanciales, quienes han aprovechado la ocasión para magnificar los aspectos negativos de la masiva presencia de haitianos en nuestro país.
Esa decisión es absurda, injusta y fuera de contexto. Absurda, pues le quita la nacionalidad a una gran cantidad de personas que nacieron aquí hace muchos años, y que adquirieron la nacionalidad dominicana legalmente; injusta, pues los convierte en apátridas juntos a sus descendientes, con las aberrantes consecuencias materiales y espirituales que ello conlleva; fuera de contexto, pues en los actuales momentos participamos en significativas iniciativas integracionistas regionales, a las que de una u otra forma dicha sentencia les incorpora ruidos innecesarios.
Se ha querido convencer a la población de que los inmigrantes haitianos son un gran problema para el país, cuando en realidad son una gran fuente de riqueza para amplios sectores empresariales y militares. Los primeros los emplean en condiciones ilegales e injustas, y los segundos les cobran por facilitarles el tránsito desde la frontera hasta los centros laborales.
“En toda sociedad divida en clases, las ideas dominante son las ideas de la clase dominante”. Así, los grupos históricamente dominantes y sus aliados nos han enseñado a ver la Historia fragmentada. Es decir, a conocer de los hechos históricos y sus actores, sólo facetas, fragmentos aislados, como si no fueran parte de un conjunto complejo dado en un contexto histórico determinado.
Se nos resaltan las invasiones haitianas de 1801 y 1805, y los crímenes de lesa humanidad cometidos por Dessalines en varios pueblos del Cibao, pero no nos dicen que él también cometió errores y crímenes en su propio país, por lo que fue eliminado un año después por sus propios compañeros.
Nos han inculcado que los haitianos invadieron nuestro territorio en febrero de 1822, y nos anexaron a la fuerza. Y resulta que no fue exactamente así, pues el recién creado Estado Independiente del Haití Español liderado por Núñez de Cáceres en 1821 no era sostenible ni siquiera a mediano plazo, por no contar con el apoyo mayoritario de los principales actores sociales, económicos y políticos de la época. Súmese a todo esto que la recién creada república no abolió la esclavitud, lo que inclinó a los esclavos a poyar sin reservas la fusión con Haití.
Cuando se produjo esa nuestra primera independencia, ya había importantes movimientos de hateros, comerciantes, militares, y otros, que propugnaban militantemente por la unión con Haití. Para ellos, el poder militar y la institucionalidad de Haití garantizaban no volver a ser colonia de Francia, ni llegar a serlo de Inglaterra, que también quería apoderarse de toda isla y mantener la esclavitud. Y además, Haití era sinónimo de mercado seguro para los rublos agropecuarios exportables de la época, y de madera preciosa, que era abundante.
Los mismos fragmentadores de la Historia nos llevan a desconocer nuestros orígenes desde más de dos mil años antes de la invasión española hasta el día de hoy. Se nos ha hecho creer que nacimos en el 1801, y que nos mantuvimos despiertos hasta 1856 cuando se produjo la última de las 5 campañas militares implementadas por los haitianos tratando de revertir nuestra independencia.
Se nos oculta que el gran apoyo que nos brindaron los haitianos durante la Guerra de la Restauración fue de vital importancia para que pudiéramos vencer a las bien armadas tropas españolas. Claro está, tampoco nos han dicho que parte de los restauradores entraron por Haití, como Sánchez, y posteriormente Duarte.
De modo que de los haitianos de entre 1801 a 1856 conocemos bastante. ¿Y de los españoles y sus tres siglos de esclavitud, y de exterminio de los taínos, qué sabemos? ¿Y de las dos invasiones norteamericanas de 1916 y 1965, sabemos algo?
No vemos a nadie referirse a la responsabilidad de España en la exterminación de unos 100, 000 indígenas en menos de 30 años, ni de sus perros entrenados para matar que devoraban sin distinción de tamaño o sexo a todos los indígenas que huían cuando los españoles entraban a sus comunidades buscando mano de obra esclava para la recolección de oro; ni de las barbaridades que cometían las tropas montadas a caballo, en las que desbarrigaban con sus espadas a hombres, mujeres y niños, según el Padre Las Casas.
Por igual, ignoramos el crimen de Lesa Humanidad que implicó la Matanza de Jaragua por parte de Ovando, donde fueron asesinados cientos y cientos de indígenas, y quemados vivos unos ochenta caiques locales, y de la captura de Anacaona y su posterior ahorcamiento en público en una plaza de la capital.
Tampoco sabemos que por más de dos siglos y medio fueron traídos como esclavos centenares de miles de negros africanos, quienes recibieron igual tratamiento que el dado a los indígenas a quienes habían exterminado. De igual modo, no sabemos quién fue Lemba, el negro esclavo alzado en la Sierra de Bahoruco que luego fue capturado y descuartizado. Así como suena, descuartizado. Es más, celebramos con bombo y platillos, y sin trabajar ese día, una gran matanza de indígenas realizada por España. Parece que nunca hemos oído hablar del padre Las Casas, ni de Montesinos.
Y no hablamos de las invasiones norteamericanas del 1916 y 1965, donde en la primera despojaron de sus tierras comuneras a miles de campesinos en el Este y aquí en nuestra Región Enriquillo; y en la segunda impidieron el triunfo del movimiento cívico-militar que procuraba el retorno al poder sin elecciones del Profesor Bosch. Uno de los resultados de ese odioso hecho fue la imposición de un presidente que gobernó los siguientes 12 años a su servicio, y en contra de los más sanos intereses nacionales.
Parece que creemos que “las culpas del tiempo son y no de España”, ni de los Estados Unidos, pero no creemos lo mismo de los haitianos de hoy, que nada tienen que ver con las atrocidades cometidas por sus antepasados.
Y en cuanto a Duarte, han hecho exactamente lo mismo. Nos muestran un Duarte cuasi extraterrestre, muy religioso, el que juró con sangre separarnos de Haití, el que nunca cometió errores, el que donó sus escasos bienes, y los de su familia, a la causa independentista, y así por el estilo.
Ni por casualidad o error nos hablan del Duarte honesto que no robó recursos públicos, del Duarte que veía la justeza como premisa de la felicidad, del Duarte que admiraba al pueblo haitiano, del Duarte que aspiraba a que fuéramos libre de toda potencia extranjera, o que se hundiera la isla, y otros afines.
2. Un mundo globalizado o una aldea, según me convenga.
El TC ha tomado una decisión sobre un tema que para un país como el nuestro hoy día no es posible abordarlo con éxito al margen de los organismos internacionales que tratan sobre los Derechos Humanos, organismos de los cuales somos Miembro, y que con frecuencia en sus Foros nos vendemos como un país que ha hecho milagros en materias de institucionalidad, desarrollo y justicia social.
Para los “nacionalistas” de hoy, somos un país globalizado, abierto de par en par al mundo, para justificar altos cargos diplomáticos hasta en países que nadie sabe dónde quedan, y a compañeros y compañeras en todos los organismos y foros internaciones, por los que cobran y viven como si fuéramos un país gran productor de diamantes, petróleo y gas natural.
En cambio, somos una aldea, un país aislado, encerrado en cuatro paredes para que nadie se meta con nosotros, cuando en uno de esos foros internacionales u organismo se critica cualquier decisión que hayamos tomado por considerar que afecta los Derechos Humanos que nos comprometimos a garantizar. Queremos estar en todas las fiestas, pero que nadie se fije si bailamos bien, o bailamos mal.
¡Oh, Jacques Viau Renaud, por el país que moriste!