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lunes, 24 de febrero de 2014

OPINION: La cultura como potencial de desarrollo y factor de ciudadanía

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POR RUBEN DOMINICI 
Para ECOS DEL SUR

El desarrollo de los pueblos es  una situación socioeconómica y política donde se alcanza determinado bienestar general. Hay muchos enfoques y definiciones sobre este tema, pero no es mi intención tratar esto por ahora.

Mi interés en este trabajo es argumentar que en los pueblos hay determinadas prácticas, creencias, ideas, tradiciones y otros elementos que se han mantenido de generación en generación, y que muchos de ellos pueden llegar a ser parte importante de dicho desarrollo si se orientan con visión estratégica.  Además, que pueden contribuir significativamente a la conformación de una mentalidad responsable y comprometida con un mundo mejor. Son pues, factores de ciudadanía.

De igual manera, situarme al lado de los que creen que es incompleta, muy limitada (por no decir reduccionista), la visión del desarrollo fundada solamente en nuestros recursos naturales y en la gran inversión  de capitales estatales y privados.

Cierto es que tenemos un extraordinario potencial de desarrollo en nuestros recursos naturales como bosques, tierras agrícolas, lagos/lagunas, y minerales no ferrosos, donde se destacan las calizas y el mármol. Sin embargo, debemos resaltar también el potencial de desarrollo que reside en nuestra cultura, en nuestros quehaceres cotidianos, en nuestra forma especial de hacer las cosas, como hacía Paisolo los quipes y los pastelitos, y Don Felipe las natillas; como hacían las guazareras y las cachoneras los dulces, los jalaos, los pan de batatas, y otros preparados artesanales.

En muchos lugares del mundo, Europa por ejemplo, son famosos algunos alimentos que se hacen artesanalmente desde hace cien o muchos más años. En Japón hay artesanías valiosísimas que las generaciones actuales confeccionan con los mismos materiales y las mismas prácticas que emplearon sus ancestros. Japón es, pues, un país donde conviven la alta tecnología del siglo XXI y artesanía  de hace cientos de años.

En cualquier maratón internacional hay competidores kenianos y etíopes. Y en ninguno de esos dos países africanos sobran los recursos. Todo se debe al peso de su tradición, a su cultura todavía no tan impactada por la globalización que nos lleva a querer ser como los del Norte. Claro que las imitaciones son fatales, pues a lo más que llegamos es a hacer una mala copia.

La promoción sistemática de los valores culturales de un pueblo (por supuesto que acompañada de la  inversión requerida), si bien no elimina la delincuencia, le crea condiciones desfavorables a su surgimiento y proliferación. En la medicina y en la agronomía se conocen substancias que no curan en sí una determinada enfermedad o malestar, pero le crean condiciones desfavorables a su surgimiento y/o desarrollo.

Es cierto que no podemos eliminar la delincuencia si no erradicamos las causas que la generan. Y sabido es que dentro de las fundamentales están la falta de oportunidades para crecer social y económicamente y para realizarse como ser humano lleno de sueños y fantasías con iguales derechos (teóricamente)  que todos los demás.

Se suma a todo lo anterior con un peso inconmensurable el efecto demostración, ese fatal mal ejemplo que nos dan los políticos del sistema y sus allegados, que prometen por toneladas y cumplen de a libra. Ofrecen en el discurso realizar una gestión apegada a la ley y transparente, pero en la práctica hacen y deshacen y mandan a la porra a todo el que critique o quiera saber algo de su gestión. Lo mismo que de oficiales que tienen salarios de técnicos del sector privado y viven como príncipes, y en cambio quieren que sus subalternos con salarios de miseria se enfrenten a los delincuentes que manejan dinero al mayor y al detalle.

Volviendo a la cultura y su potencial de desarrollo,  forman parte de nuestra cultura las diferentes disciplinas deportivas y las variadas expresiones musicales que se han mantenido a lo largo de nuestra historia como pueblo. Súmese a ello la literatura y las  artes plásticas, donde también hemos sido prolíferos.

La industria cultural tienen un gran impacto en la economía del país, pero sus aportes monetarios quedan solapados en los diferentes gravámenes que pagan las empresas licoreras, los centros de diversión, las actividades deportivas, y otros. Por igual, no figura en la contabilidad estatal un acápite que especifique el aporte monetario que realizan los trabajadores culturales (músicos, cantantes, deportistas y otros) a familiares y allegados.

La Región Enriquillo, y no solamente Barahona,  tiene en variadas disciplinas deportivas un potencial que bien orientado pudiera implicar en el futuro cuantiosos beneficios económicos para esta zona. Fuimos una potencia en beisbol, y pudiéramos volver a serlo si se trabaja estratégicamente para ello. La base está, que es la cultura. Los recursos económicos son importantes, y se potencializarían si se apoyaran en la herencia cultural. Lo mismo que una política bien definida e igualmente aplicada que le sirva de base y guía estratégica.

Pensemos en lo que ocurriría en Barahona (y en el resto de la región) en los aspectos económico y social si a mediano plazo (y hasta a largo plazo) volviéramos a producir artistas al estilo de María Montez, Casandra Damirón, Aníbal de Peña, Cándido Bidó, Milton Peláez, los grande bachateros de ayer, y otros que no menciono por asunto de espacio; y deportistas como los peloteros de la era gloriosa del beisbol barahonero, y como el actual Julio Lugo; y literatos como los hemos tenido, donde por asunto de espacio sólo menciono a José A. Robert.

Que quede claro, pues, que promover y practicar los deportes, la literarias y las artes no eliminan la delincuencia, pero le crea un ambiente desfavorable al desarrollar en la juventud una razón de ser, al llenarla de esperanza en el porvenir, al llevarla a ver que su futuro depender su propio esfuerzo y no del Estado como tal.

Así que honremos a los trinitarios en este 170 aniversario de la separación de Haití promoviendo el reencuentro con el deporte, las artes y la literatura que antes fueron nuestra insignia.