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jueves, 26 de junio de 2014

OPINION: Las plegarias de nuestros grandes hombres

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POR ALEJANDRO SANTANA

El Senado aprobó un incremento, de 25 a 60 mil pesos, en la pensión del “Rey del Merengue”, Joseíto Mateo.

Recientemente, la leyenda del ritmo de la güira y la tambora  pidió al Gobierno que le otorgue una pensión decente, con la que pueda subsistir, ya que lo único que recibía eran 25 mil pesos del Ayuntamiento del Distrito Nacional, dinero que dijo no le alcanza para suplir sus necesidades.

En esa ocasión manifestó que para mantenerse tiene que trabajar, pero en el país ya no lo contratan, razón por lo que está planificando abrir nuevamente su negocio “El patio de Joseíto”.

“Yo recibo una pensioncita del Ayuntamiento, que no me da para nada. Me la dan porque fui regidor por 12 años. Yo quisiera que el presidente Danilo Medina me arreglara eso, porque si yo soy el merenguero más viejo del mundo y el Rey del merengue, entonces por qué no me suben esos chelitos para yo vivir tranquilo”, abundó Mateo.
 
Igual que el viejo Mateo, cientos de ilustres dominicanos andan mendingando  la solidaridad y el favor oficial, luego de agotar una vida de hazañas, de utilidades, de ser ejemplos vivientes.
 
¿Cuántos, artistas, pintores, historiadores, profesores, locutores, periodistas y otros tantos profesionales y servidores públicos?, pueden seguir sobreviviendo en la indigencia.
 
¿Cuántos, más tendrán que llevar sus casos a escenarios públicos para hacer que sean atendidos debidamente.
 
He escuchado de la indolencia del Estado, he estado viviendo igual que otros esa indolencia, y me pregunto, habrá que morir de forma colectiva.
 
Qué esa muerte colectiva sea dimensionada en escenarios Internacionales a ver si la vergüenza es lo suficiente estridente para que otros no sufran esa falta de indolencia oficial.
 
Hay actores que sus aportes son a la patria, que sus acciones solo les ha permitido adquirir para sobrevivir, pero que enfrentados a la realidad de una vejez u enfermedad, necesitan del Estado que de manera tacita ha sido su empleador.
 
El caso de los periodistas y locutores que solo tienen patrones transitorios y que por la característica de sus oficios son empleados tácitos del Estado.
 
El periodista es trabajador de las libertades de los pueblos, es el responsables de  hacer llegar a los estamentos indicados las  necesidades de comunidades, es quien indica al Estado como andan sus ejecutorias en los más apartados rincones del país.
 
El locutor, es el artista del idioma, es el profesional que con el arte del buen decir puede mantener viva la cultura de los pueblos, es el responsable de mantener la pureza del idioma, es quien difunde a través de los medios las buenas costumbres entre los pueblos.
 
Pero llega el memento en que ya no pueden seguir manteniendo el empleo que le permitió mantenerse en esos menesteres del saber y tienen que pasar a disfrutar de una pensión, pero tienen que mendigarla, en ocasiones de la forma más asqueante.
 
Ojala llegue el momento en que hagan leyes que hagan obligatorias esas pensiones de sobre vivencia que no se tenga que depender de la buena voluntad de un presidente.
 
Y si no ocurre de esa forma, cada año tendremos a un nuevo grupo de periodistas, locutores y otros profesionales, exponentes libertarios de la cultura del buen decir, de las buenas costumbres, haciendo el ridículo hasta que alguien nos convenza a todos y nos moramos de forma colectiva, para orgullo y satisfacción del Estado.