POR JOSE VALENTIN PEREZ
Para Ecos del Sur
Hace varias décadas los partidos políticos estaban claramente definidos por su ideología: unos eran conservadores, otros eran revolucionarios. Las banderas, sus emblemas, su himno, sus propios nombres. Sus gentes proclamaban que unos estaban a la derecha y otros a la izquierda.
Pero además, esos partidos no eran aparatos asimiles y consistentes; tenían tendencias en su militancia; existía la tendencia liberal” de los conservadores y la tendencia “moderada” entre los radicales.
En América Latina los partidos se han transformado en artilugios proselitistas de mercadeo político donde su objetivo primario es alcanzar el poder, repartir cargos públicos, perpetuarse por la eternidad y finalmente acaudalarse económicamente. Los temas doctrinales y los pensamientos ideológicos sucumbieron, quedaron arrumbadas y las ideologías sociales se disolvieron en locuacidad electoralista.
Quien osa hablar hoy de escuela de formación política es tildado de arcaico, anacrónico, obsoleto, descontinuado y mucho más. La pérdida de principios básicamente socios-morales en la lucha por el poder ha llegado a lugares recónditos de nuestra geografía nacional donde nunca pensamos podía llegar.
Recuerdo que en mis años mozos hablar de política y más aun, en mi municipio, no era cosa de muchachos. Política era sinónimo de mística, de entrega, de vocación y de consagración.
Hoy día escuchamos hablar de transformaciones. Pero de que transformación es que queremos hablar si estamos dando de lado a lo mas importante ‘’La formación socio- política e ideológica de nuestra juventud’’ el estilo político que se ha venido desarrollando en ese municipio está conduciendo a sus jóvenes a un derrotero que cada día los sumerge más en la perdida de su identidad político-cultural.
¿Cuántos de esos jóvenes conocen el objetivo para la cual fue fundada la organización en que militan? ¿Quiénes mínimamente conocen sus estatutos? ¿Quiénes de ellos se atreven mínimamente a esbozar 2 párrafos del himno de su organización? ¿Cuántos saben si quiera en qué fecha se fundó la organización a la que pertenecen? Y entonces qué es lo queremos transformar.
Decía el Barón de Rothschild que cuando veas la sangre correr por las calles es el mejor momento de comprar propiedades, extrapolando este pensamiento a nuestro análisis nos atreveríamos a decir que cuando veas la ignorancia y el desconocimiento desbordado sobre la juventud de un pueblo en su máxima expresión es el mejor momento para que las vulpejas salgan a hacer fortuna.
No hay forma de transformar una nación mucho menos un municipio si esa transformación no comienza por sus recursos humanos. Ahora estamos promoviendo a nuestros jóvenes a posiciones municipales con la excusa de que la juventud es el combustible que ha de empujar la locomotora que transformará aquella sociedad pusilánime que lucha por un mejor bienestar.
¿No será que la transformación a la que nos referimos busca convertir esos jóvenes en hormigas obreras y catalizadores de votos en pos de nuestro proyecto?
Para Ecos del Sur
Hace varias décadas los partidos políticos estaban claramente definidos por su ideología: unos eran conservadores, otros eran revolucionarios. Las banderas, sus emblemas, su himno, sus propios nombres. Sus gentes proclamaban que unos estaban a la derecha y otros a la izquierda.
Pero además, esos partidos no eran aparatos asimiles y consistentes; tenían tendencias en su militancia; existía la tendencia liberal” de los conservadores y la tendencia “moderada” entre los radicales.
En América Latina los partidos se han transformado en artilugios proselitistas de mercadeo político donde su objetivo primario es alcanzar el poder, repartir cargos públicos, perpetuarse por la eternidad y finalmente acaudalarse económicamente. Los temas doctrinales y los pensamientos ideológicos sucumbieron, quedaron arrumbadas y las ideologías sociales se disolvieron en locuacidad electoralista.
Quien osa hablar hoy de escuela de formación política es tildado de arcaico, anacrónico, obsoleto, descontinuado y mucho más. La pérdida de principios básicamente socios-morales en la lucha por el poder ha llegado a lugares recónditos de nuestra geografía nacional donde nunca pensamos podía llegar.
Recuerdo que en mis años mozos hablar de política y más aun, en mi municipio, no era cosa de muchachos. Política era sinónimo de mística, de entrega, de vocación y de consagración.
Hoy día escuchamos hablar de transformaciones. Pero de que transformación es que queremos hablar si estamos dando de lado a lo mas importante ‘’La formación socio- política e ideológica de nuestra juventud’’ el estilo político que se ha venido desarrollando en ese municipio está conduciendo a sus jóvenes a un derrotero que cada día los sumerge más en la perdida de su identidad político-cultural.
¿Cuántos de esos jóvenes conocen el objetivo para la cual fue fundada la organización en que militan? ¿Quiénes mínimamente conocen sus estatutos? ¿Quiénes de ellos se atreven mínimamente a esbozar 2 párrafos del himno de su organización? ¿Cuántos saben si quiera en qué fecha se fundó la organización a la que pertenecen? Y entonces qué es lo queremos transformar.
Decía el Barón de Rothschild que cuando veas la sangre correr por las calles es el mejor momento de comprar propiedades, extrapolando este pensamiento a nuestro análisis nos atreveríamos a decir que cuando veas la ignorancia y el desconocimiento desbordado sobre la juventud de un pueblo en su máxima expresión es el mejor momento para que las vulpejas salgan a hacer fortuna.
No hay forma de transformar una nación mucho menos un municipio si esa transformación no comienza por sus recursos humanos. Ahora estamos promoviendo a nuestros jóvenes a posiciones municipales con la excusa de que la juventud es el combustible que ha de empujar la locomotora que transformará aquella sociedad pusilánime que lucha por un mejor bienestar.
¿No será que la transformación a la que nos referimos busca convertir esos jóvenes en hormigas obreras y catalizadores de votos en pos de nuestro proyecto?