En la encrucijada de dos terrenos, uno minado y otro despejado, está el Partido de la Liberación Dominicana -PLD-, con miras a las presidenciales del 20 de mayo del año 2016.
El terreno minado lo representa el ex presidente Leonel Fernández; el despejado, el presidente Danilo Medina.
El terreno minado lo representa el ex presidente Leonel Fernández; el despejado, el presidente Danilo Medina.
Con Leonel como candidato presidencial, se caminará a paso de tortuga, en la desmoralización, la incertildumbre y las amenazas de un campo lleno de minas de consecuencias impredecibles.
Con Danilo, se transita sobre un campo limpio, jubiloso, de alto orgullo e inusual alta moral para ofrecer batalla y alcanzar una victoria contundente y sin precedentes desde los comicios del 20 de diciembre de 1962.
Leonel iría con el peso de una historia de gestiones de permisividad, de su mundo entre las nubes en marcada distancia de la gente y por consiguiente acosado por un desplome de su imagen política.
Danilo, en cambio, iría bañado de pueblo, premiado por sus acciones y por pisar firme sobre la tierra que pisa el pueblo, sin ninguna pomposidad, sin ningún asomo de endiosamiento, sin seguridad que asusta y acosa, y sobretodo con el deber cumplido y con la perseverancia de su voz de confianza siempre en sintonía con los hechos.
El Comité Político del PLD y el Comité Central, han de reflexionar y actuar con sabiduría y firmeza en torno a este cuadro que viene a resultar complejo y aventurero, cuando se mira desde el campo de Leonel, y por el contrario, una oportunidad de ganancia jamás antes vista, cuando lo analizamos desde el arcoiris que representa Danilo.
El Comité Central y el Comité Político del PLD están frente a la responsabilidad histórica de optar por la reelección del mandatario.
Con manos a la obra, la suerte estaría más que echada para seguir más allá del 2016.