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lunes, 2 de febrero de 2015

OPINION: Reelección presidencial, concepción patrimonial del Estado, y liderazgo mesiánico

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POR RUBEN DOMININICI

Históricamente, la reelección de un presidente ha sido planteada desde la perspectiva de los intereses individuales y grupales, y nunca como la mejor opción entre varias alternativas de continuidad de un proceso de desarrollo socioeconómico y político nacional. Ejemplos hay para llenar un saco, y por demás, son ampliamente conocidos.

La reelección presidencial, la concepción patrimonial del Estado y el liderazgo mesiánico forman un trípode diabólico que desde la creación misma de nuestra nación ha dificultado en extremo el surgimiento de cualquier intento de planificación coherente y seria de la gestión pública, de articulación interinstitucional, de gestión transparente y democrática, y cualquier otro elemento que contribuya al fortalecimiento institucional, factores  y efectos a la vez del desarrollo humano.

Para referirme sólo a los últimos tiempos, recordemos las traumáticas reelecciones de Joaquín Balaguer en los años 70 y posteriormente en los 90; el abortado proyecto reeleccionista de Don Antonio Guzmán,  y que a todas luces obedecía a intereses grupales, pues se sabía que su partido ganaba las elecciones con cualquiera de los candidatos a la vista; el intento de reelección de  Hipólito Mejía en el 2004, un proyecto tan individual y contra viento y marea que para poder modificar la Constitución, que lo prohibía,  hubo de “convencer” a una decena de legisladores de la oposición, además de generar la salida de un grupo de connotados miembros de su propio partido.

En el 2012 era claro el deseo el Leonel Fernández de reelegirse, y aunque la Constitución lo prohibía, dijo que no lo hizo porque así quiso, y se comparó con Aníbal Barca, el general cartaginés que “perdonó” a Roma al no tomarla después de haber vencido a sus principales ejércitos.

Y en los actuales momentos, el grupo del PLD dominante en el gobierno ha planteado la necesidad de la reelección de Danilo Medina con el argumento de que es la garantía de que el país pueda seguir progresando en los niveles que su gestión lo ha hecho.

Si abriéramos una discusión sobre si el país ha progresado considerablemente o no en la actual gestión, de seguro que ambos bandos contarían con muchos partidarios, pues sobre el desarrollo se puede decir de todo. Mi bando está bien definido desde “cuando Cuca y Roquetán”, que se llama Desarrollo Humano. Así que mis observaciones a cualquier acción de desarrollo se basarían en ese enfoque, y de ningún modo en intereses propios o partidarios. 
 
En lo que sí arriesgo la faja es en hacerme parte del gran colectivo multiforme que afirma que la reelección presidencial en nuestro país ha sido dañina en lo absoluto y en todos los tiempos, entre otras razones, porque para lograrla hay que comprar voluntades, hacer alianzas entre “macos y cacatas”, utilizar los recursos del Estado y con ello relajar la institucionalidad, y, como si lo anterior fuera poco, fortalecer la concepción patrimonial del Estado y el liderazgo mesiánico. Veamos en detalle los cinco (5) elementos a los que me he referido:

Compra de voluntades. Para que se pueda inscribir la candidatura del actual presidente hay que modificar la Constitución, lo que implicaría necesariamente “ganarse” el apoyo de importantes figuras de los principales   partidos del sistema y del propio partido de gobierno. Y como para los mercaderes de la política hoy día hasta el saludo es una mercancía, levantar la mano a favor de esa propuesta tiene un alto costo ya sea en metálico, en puestos públicos, en obras del Estado, y quién sabe si hasta en garantía de impunidad y otras tantas cosas iguales o peores de feas.
Alianzas entre “macos y cacatas”. Este punto tiene una dimensión indefinida, pues incluye a grupos de interés, sectores políticos, empresariales, de opinión, y otros. Cualquiera de ellos no involucrado que tenga cierta capacidad de acción y opinión pudiera hacerle ruido al proyecto y restarle uno que otro voto, que por pocos que sean, no es bueno que se los cuenten al contrario.

Utilización de los recursos del Estado para fines partidarios.  En nuestro país nunca se ha impuesto la reelección de un presidente sin el uso abusivo e ilegal de los recursos el Estado. Este es el elemento más visible, palpable, y determinante de todos, y ni a la clase política dominante ni al gran capital les interesa cambiar esa situación. Por eso el Congreso ha mantenido bajo llaves por más de 12 años un proyecto de Ley de Partidos Políticos, que entre otros, debería de reglamentar el uso de recursos y sus fuentes y la participación de los funcionarios públicos en actividades partidarias.

Concepción patrimonial del Estado. En nuestra cultura política, el Estado es patrimonio de quien lo controla, y no el ente regulador de la sociedad. Le han cambiado sus funciones originales por las de ser la fuente principal de enriquecimiento de grupos heterogéneos que llegan al poder mediante las más diversas y hasta perversas alianzas. Por más que digan ser orientados por principios éticos, políticos, filosóficos y religiosos, en realidad no creen más que en Maquiavelo.

Liderazgo mesiánico. Basado igualmente en nuestra cultura política, los altos dirigentes no son personas de carne y huesos, como tú, como yo, que deben regirse por normas y principios escritos válidos igualmente para todos, sino seres superiores que todo lo pueden hacer, y hasta deshacer, mesías destinados a guiarnos, no ya a la Tierra Prometida, sino al desarrollo, ese mágico lugar donde nos dicen que ya estamos, pero que sólo lo ven los empresarios, los altos funcionarios y los altos dirigentes.

Como cualquier elemento cultural, la concepción patrimonial del Estado y el liderazgo mesiánico pueden aumentar o disminuir su presencia en el conjunto cultural según el medio le sea favorable o lo contrario. Si queremos reducir al máximo la primera, hagamos una gestión pública transparente en lo absoluto y pongamos reglas claras en el manejo de los recursos públicos. Al primero que se “equivoque”,  cortémosle la cabeza, lo mismo que a los que sigan. Y así, poco a poco, iremos aprendiendo a ser serios.

En cuanto al liderazgo mesiánico, una de las tantas formas de apocarlo es promoviendo, en la teoría y en práctica, la descentralización del Estado, donde las instituciones tengan independencia real en lo programática, ejecutivo y financiero. Donde cada funcionario sea responsable real de lo que se haga o no se haga en su institución y en su territorio, y no que todo se haga por obra y gracia del Señor Presidente de la República. En otras palabras, que los guaraguaos cacen culebras, las culebras ratones, los ratones, pollitos, los pollitos mariposas, y que estas sigan libando y polinizando para que el ciclo no se rompa. Una gestión así hizo Don Antonio Guzmán en la Secretaría de Agricultura, y le fue de maravilla.