POR JOSE VALENTIN
Recuerdo que hace poco más de un año, decidí salir a ver vitrina, es así como se dice en nuestro argot popular, cuando una persona visita las tiendas donde se exhiben todo tipo de prendas de vestir sin intención de realizar ninguna adquisición. Aquellas vitrinas no estaban repletas de corbatas, zapatos, ni nada parecido, sino más bien de textos bibliográficos básicamente socio-político, de aquellos que no me resisto a acariciar y a contemplar por largo tiempo, como si se tratase de una gema preciosa o un material desconocido por el ojo humano.
A medida que manoseaba y pasaba páginas, visualicé el titulo de un libro que me dejo pasmado, Wao ‘’ La difamación como arma política ’’ del historiador español Luis Suárez.
Me llevó varios días adquirir aquel majestuoso libro, pero no desaprovechaba la oportunidad de pasar a ver vitrinas, solo para reencontrarme con aquel motrocolo que no me dejaba pensar en otra cosa que no fuese él.
Después de escudriñarlo, comencé a entender donde erradica la verdadera esencia del accionar político humano, básicamente en quienes deciden ser procuradores de poder. Se transforman en animales irracionales, pierden la sensibilidad, trasmutan en competidores natos y hacen de su vida una gran olimpiada, no logran distinguir si la vida que llevan es real o se viven en una especia de quimera de la que nunca se saldrá. Mentir, sobornar, hurtar, injuriar y perseguir se transforma para ellos en algo tan normal como estornudar, comer o dormir para un ser humano corriente.
La difamación como arma, es la bomba atómica de la política. Es usada por todos y pocas veces trae consecuencias penales, no importa el nivel académico que se haya adquirido, se aprende de forma empírica, el requisito para manejarla a la perfección es la continuidad interrumpida en el ejercicio que procura una parte del poder, o el poder total. De ahí nacen los procederes díscolos de muchos políticos.
¡Pero yo no sabía que tal o cual individúo podía llegar a cometer tan aberrante hech, tan buen padre que tuvo, dicen muchos!
La respuesta erradica en que ese procurador de poder fue engullido por un sistema putrefacto que le hizo conocer el lado oscuro de la política, una las ciencias más puras que ser humano alguno jamás haya conocido. La política contemporánea ha venido a suplantar los tan famosos años dorados de los Dominican York. Nuestros jóvenes veían a estos tipos emprendados, como el paradigma a seguir, gracias a Dios, esto desapareció. El cáncer es peor, todos quieren ser políticos.
¡Es que gran parte de los políticos de hoy, ostentan riquezas y poder que sobrepasan con creses, el exhibicionismo desfasado de quienes se hacían llamar bregadores!
¡Yo quiero ser senador, yo quiero ser diputado, y yo quiero ser síndico, ¡se escucha por doquier, cuando ni siquiera se cuenta con una propuesta real que sustente mínimamente aquel codiciado proyecto!
Hay hasta quienes aspiran a dirigir grandes departamentos institucionales, pero sin ser supervisados, con jefe complaciente. Lo que un día, parecía ser una aberración, hoy es algo natural.
¡Ya entiendo porque nadie quiere trabajar con Lidio Cadet!