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sábado, 10 de octubre de 2015

OPINION: Benedicto y los sueños de doña Amanda Restituyo.

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POR JOSE VALENTIN PEREZ

Pásame el mortero dijo doña Amanda Restituyo, a su hijo Benedicto, quien se encontraba sentado debajo del quicio de la puerta de la cocina matando tiempo antes de marcharse a la escuelita que se encontraba a menos de dos kilómetros de su humilde hogar.

-Pero madre, exclamó el niño con voz fatigada, no ves que las fuerzas no me dan si quiera para levantar la mirada.

¡Pásemelo, por favor  Benedicto!  volvió a implorar la anciana quien se apresuraba a triturar unas migajas de hojas y hierbas para dar de comer al  mozalbete antes de emprender el viaje que   tanto  aborrecía.... -está bien- si- desde luego ya te lo hago llegar, esbozó el joven  cada vez más desfuerzado.

Al cabo de  un tiempo se escuchaba en la vetusta casona una voz débil y escalonada  que gritaba: Benedicto,  Baltasar y esto se repetía una y otra vez –Benedicto-Baltasar, vengan ya la comida está servida, pero ambos no respondían, Benedicto se había  marchado  junto a   Baltasar, el perro con el que había convivido tantos momentos alegres después de encontrarlo herido y abandonado en el trayecto casa-escuela.

Doña Amanda había enviudado a temprana edad, su esposo  Camilo Ordoñez un ganadero empírico oriundo de Islas Canarias murió cuando  tenía 37 años a casusa de un tabardillo contraído mientras  arreaba las reses y amamantaba los becerros.

 La tristeza y  soledad por la que atravesaba Doña Amanda post- muerte  de  su esposo destrozaba al más impío de  los mortales   y  el difunto  le sugería en sus sueños que amparara un niño para que no esté tan  sola y desmoronada – hay usted siempre con sus cosas Camilo, decía Amanda Restituyo, usted sabe que a mí no me gustan los muchachos me canse de eso por allá por pascua. Amanda había criado a  sus seis hermanos, luego que sus padres se separaran: La madre se marchó y nunca más se supo de ella y el viejo enfermó hasta morir por las  altas ingestas de alcohol que terminaron calcinándole el hígado.

-Amanda llévese de mí y hágase de una cría, ya que yo no se la pude pintar……….. Imploraba Don Camilo en sus  sueños.

 Una mañana mientras  Amanda compraba algunas viandas  en el mercado del pueblito se le acercó una mujer de tez oscura , ojos relumbrones y voz gañifa  doña… eh , eh … usted  puede dar una cargadita a mi hijo Benedicto mientras yo  busco para darle una agua tindanda y  calmar sus quejidos que no cesan desde anoche……… Amanda sorprendida miró para todos lados y antes de responder la desconocida  largó a Benedicto entre sus brazos, en ese momento los consejos del  difunto inundaron sus pensamientos y dijo ‘’ vaya usted a ver yo con hijo’’ recordaba aquellos días en que tenía que humedecer paños para bajar la fiebre  a sus  hermanos y preparar batúmenes para matar las lombrices.

Los gemidos de Benedicto eran cada vez mayores y Amanda decidió consolarlo. Zambulló sus manos bajo la sábana blanca a la que el tiempo y la suciedad habían tapizado de un color gris lóbrego, lloró de pena al sentir su cuerpo enflaquecido y flácido, pero hizo caso omiso a sus sentimiento y nueva vez fijó la mirada al horizonte en busca de la proterva mujer que ni  por el rabo de los ojo se veían sus vestigios. La angustia de Amanda cada vez era mayor. La blancura de sus labios  delataba su estado.

Oh, pero será que no regresará, se preguntaba. Caída la tarde Amanda comenzó a divagar por y entre los alrededores del mercado. Atormentada y confundida  decidió regresar a casa dando tiempo al tiempo hasta que los últimos rayos de sol desaparecían por completo  y no fueran más que un reflejo distante y difuso que anunciaban el inicio de la noche y el resurgir del alba.

Saludos  doña Amanda, esbozó  cariñosamente Gerson Matias  un afable  viejo, casto,  quien  a la edad de 18 años había sufrido  un priapismo y por miedo o ignorancia decidió no tocar jamás una mujer y decidió vivir  eternamente en soltería, pero siempre estaba atento a las salidas de doña Amanda, le había prometido a Don Camilo cuidar de ella  hasta después de su muerte…… 

Saludos, Don Gerson respondió  Amanda  entre dientes, ¿que lleva ahí, argumentó el viejo? eh, eh nada solo viandas, carnes  y unas que otras frutitas, entro escurridiza a su casa y se dispuso a alimentar y abrigar al infante.

 Después de cierto tiempo los encuentros entre el difunto Camilo Ordoñez y su eterna esposa se habían diluido. El espíritu del viejo ganadero dejó de asaltar los sueños de Amanda y finalmente quedó atrapado en el inframundo. Al final Camilo consiguió su objetivo, no verla desconsolada ni abatida.

Benedicto, Baltasar, vengan por favor la comida está servida……….. Cansada de   llamar, Amanda se acercó a una hendija de la casa y  visualizó como ambos se alejaban y  perdían en el  horizonte del vasto camino hasta  convertirse en dos puntos ínfimos sobre el sol ardiente de la pradera.

Continuará……..