Tomado de Armario Libre
Para entender el papel que juega en la actualidad un incumbente en el desempeño de sus funciones se debe tomar en cuenta el marco espacio-tiempo, el momento histórico, en el que se inserta su actuación.
El desarrollo de una función pública en los pueblos suele ser una concatenación de contradicciones y, muchas veces, de momentos que devienen en suerte y desventuras, pero que inexorablemente van definiendo su perfil como gerente de las cosas públicas. Y es, en esa suerte de entramado contradictorio, que personas específicas entran a jugar su papel cargando, en consecuencia, con la incomprensión de sus contemporáneos.
Muchos son los elementos que hacen que la actuación de un agente social sea de una forma dada, quizás no la esperada. Muchos son los elementos que lo limitan y que, salvo raras excepciones, son factores externos que hacer abortar desde sus inicios las iniciativas que pudiera tener en favor de la implementación de la carpeta de proyectos que llevaba bajo sus brazos cuando llegó a ocupar la función.
Y tomar en cuenta estos elementos es imprescindibles por parte de los encargados de comentar y de analizar los hechos cotidianos de esa gestión quienes, bajo sus propias percepciones de las cosas, juzgan al través del color cristal que usan, el comportamiento de los agentes sociales creando, muchas veces, artificiosamente insatisfacciones gerenciales que en la realidad no existen.
Es la articulación entre los que dirigen los procesos y las demandas de los pueblos lo que mueve la historia y se debería estar conteste en que es inalcanzable el momento en que los pueblos sientan satisfechas todas sus necesidades. Y esto es así por aquello de que la satisfacción de una necesidad trae consigo la creación de otra necesidad con mayor grado de complejidad.
De ahí que, al que le toque actuar en momentos específicos de cambios fácilmente se convierte en deudor momentáneo de las aspiraciones sociales, y muchas veces hasta llega a convertirse en un irredento solitario que sólo con el beneficio que da el horizonte del tiempo se le acredita debidamente el empeño puesto en desempeñar un papel incomprendido en su momento y que, en el mejor de los casos, fue víctima de la conjura del silencio y de la tergiversación adrede de los acontecimientos.
El desarrollo de una función pública en los pueblos suele ser una concatenación de contradicciones y, muchas veces, de momentos que devienen en suerte y desventuras, pero que inexorablemente van definiendo su perfil como gerente de las cosas públicas. Y es, en esa suerte de entramado contradictorio, que personas específicas entran a jugar su papel cargando, en consecuencia, con la incomprensión de sus contemporáneos.
Muchos son los elementos que hacen que la actuación de un agente social sea de una forma dada, quizás no la esperada. Muchos son los elementos que lo limitan y que, salvo raras excepciones, son factores externos que hacer abortar desde sus inicios las iniciativas que pudiera tener en favor de la implementación de la carpeta de proyectos que llevaba bajo sus brazos cuando llegó a ocupar la función.
Y tomar en cuenta estos elementos es imprescindibles por parte de los encargados de comentar y de analizar los hechos cotidianos de esa gestión quienes, bajo sus propias percepciones de las cosas, juzgan al través del color cristal que usan, el comportamiento de los agentes sociales creando, muchas veces, artificiosamente insatisfacciones gerenciales que en la realidad no existen.
Es la articulación entre los que dirigen los procesos y las demandas de los pueblos lo que mueve la historia y se debería estar conteste en que es inalcanzable el momento en que los pueblos sientan satisfechas todas sus necesidades. Y esto es así por aquello de que la satisfacción de una necesidad trae consigo la creación de otra necesidad con mayor grado de complejidad.
De ahí que, al que le toque actuar en momentos específicos de cambios fácilmente se convierte en deudor momentáneo de las aspiraciones sociales, y muchas veces hasta llega a convertirse en un irredento solitario que sólo con el beneficio que da el horizonte del tiempo se le acredita debidamente el empeño puesto en desempeñar un papel incomprendido en su momento y que, en el mejor de los casos, fue víctima de la conjura del silencio y de la tergiversación adrede de los acontecimientos.