TOMADO DE EL RINCON BARAHONERO
Hay apariencia que engañan y hasta condenan. Les cuento que tengo un amigo abogado, que por casualidad de la vida su primer caso consistió en defender a un ciudadano que fue atrapado en un hecho cuya circunstancia y apariencia, lo calificaban como culpable.
Resulta que él tenía que defender en los tribunales a un joven que un día lo sorprendieron "brechando" en la ventana de la casa de una señora y los "tigres" del barrio le dieron una tremenda carrera. En su fuga, luego de atravesar varios patios, brincó la pared de un restaurante donde había una planta eléctrica y su dueño lo encontró en el lugar, con las manos en ella. El hombre fue apresado por la policia y acusado en los tribunales por intento de robo.
Yo le informé a ese amigo abogado que tuviera cuidado con no dejarse envolver en los tribunales por un juez en Barahona, conocido entre los profesionales del Derecho como "trampero", de esos que abundan en el sistema judicial dominicano y le aseguré que si escuchaba mis consejos, podría sacar de la cárcel a ese joven inocente.
- ¡Inocente! —exclama él sorprendido.
- Claro que sí, le aseguré yo a mi amigo abogado.
De inmediato pasé a contarle lo que le había sucedido hace muchos años a un hombre en Barahona, un hombre de esos que en los pueblos todos los habitantes califican como "serio, honrado y trabajador".
Resulta que ese señor tenía seis hijas hermosas, en edad de contraer matrimonio. Pero cuando le llegó el turno a la menor, en aquella boda cumplió su compromiso de padre.
El hombre se dedicó ese día a celebrar en grande el matrimonio de su hija, brindó a los invitados toda clase de bebidas nacionales y picaderas,la celebración duró hasta muy tarde de la noche. En conclusión, al terminar la fiesta, el hombre cansado y un poco borracho, se acostó y se quedó dormido.
Al otro día ese señor, que siempre se levantaba bien temprano en la madrugada para ordeñar las vacas, se despierta como a las siete de la mañana y se da cuenta de que le cogió el sueño. Rápidamente se coloca el pantalón de trabajo y camisa en mano sale corriendo al ordeño.
Lo primero que hace el hombre cuando llega al lugar donde tiene las vacas, es sentarse debajo de una mata de mango y dedicarse primero a ordeñar a la "mañosa" del ganado, la vaca que siempre le supone mucho trabajo y dolor de cabeza.
Como de costumbre, el hombre ata las patas traseras del animal y comienza a ordeñar. A lo poco rato la vaca mañosa se intranquiliza y con sus patas delanteras derrama un poco de leche del tarro de ordeño. El hombre decide atarle también las patas delanteras, pero el animal con el rabo vira el tarro y termina por derramar la poca leche que él había ordeñado.
Furioso por la terquedad del animal, el hombre se quita la correa, agarra el rabo y le ata un nudo, luego trata de sujetarla para amarrar el rabo de la rama de la mata de mango, pero al estirar el brazo,como tenía la cintura floja, se le caen los pantalones.
Para desgracia suya, en ese instante llegó al lugar un compadre que, al verlo con los pantalónes hasta las rodillas y el rabo de la vaca levantado, le dice
¡Ajá, Compadre! Lo encontré cogiendo la vaca.
No valió explicaciones al compadre de que lo que había visto "no era lo que parecía". Lamentablemente para su compadre, lo que acababa de ver en el lugar, sin ningunas dudas lo condenaban.
Luego de contarle al amigo abogado aquella historia, se marchó pensativo, no me comentó nada, solo supe que fue la base de su defensa en los tribunales.
En el estrado argumentó que las apariencias engañan, aunque en ambos casos los condenaban, pero ni el señor cogía la vaca, ni el joven robaba la planta eléctrica.
Esta anécdota nos enseña cuán peligroso es llevarse de las apariencias.
Escrito por Alejandro Santana para El Rincón Barahonero
Hay apariencia que engañan y hasta condenan. Les cuento que tengo un amigo abogado, que por casualidad de la vida su primer caso consistió en defender a un ciudadano que fue atrapado en un hecho cuya circunstancia y apariencia, lo calificaban como culpable.
Resulta que él tenía que defender en los tribunales a un joven que un día lo sorprendieron "brechando" en la ventana de la casa de una señora y los "tigres" del barrio le dieron una tremenda carrera. En su fuga, luego de atravesar varios patios, brincó la pared de un restaurante donde había una planta eléctrica y su dueño lo encontró en el lugar, con las manos en ella. El hombre fue apresado por la policia y acusado en los tribunales por intento de robo.
Yo le informé a ese amigo abogado que tuviera cuidado con no dejarse envolver en los tribunales por un juez en Barahona, conocido entre los profesionales del Derecho como "trampero", de esos que abundan en el sistema judicial dominicano y le aseguré que si escuchaba mis consejos, podría sacar de la cárcel a ese joven inocente.
- ¡Inocente! —exclama él sorprendido.
- Claro que sí, le aseguré yo a mi amigo abogado.
De inmediato pasé a contarle lo que le había sucedido hace muchos años a un hombre en Barahona, un hombre de esos que en los pueblos todos los habitantes califican como "serio, honrado y trabajador".
Resulta que ese señor tenía seis hijas hermosas, en edad de contraer matrimonio. Pero cuando le llegó el turno a la menor, en aquella boda cumplió su compromiso de padre.
El hombre se dedicó ese día a celebrar en grande el matrimonio de su hija, brindó a los invitados toda clase de bebidas nacionales y picaderas,la celebración duró hasta muy tarde de la noche. En conclusión, al terminar la fiesta, el hombre cansado y un poco borracho, se acostó y se quedó dormido.
Al otro día ese señor, que siempre se levantaba bien temprano en la madrugada para ordeñar las vacas, se despierta como a las siete de la mañana y se da cuenta de que le cogió el sueño. Rápidamente se coloca el pantalón de trabajo y camisa en mano sale corriendo al ordeño.
Lo primero que hace el hombre cuando llega al lugar donde tiene las vacas, es sentarse debajo de una mata de mango y dedicarse primero a ordeñar a la "mañosa" del ganado, la vaca que siempre le supone mucho trabajo y dolor de cabeza.
Como de costumbre, el hombre ata las patas traseras del animal y comienza a ordeñar. A lo poco rato la vaca mañosa se intranquiliza y con sus patas delanteras derrama un poco de leche del tarro de ordeño. El hombre decide atarle también las patas delanteras, pero el animal con el rabo vira el tarro y termina por derramar la poca leche que él había ordeñado.
Furioso por la terquedad del animal, el hombre se quita la correa, agarra el rabo y le ata un nudo, luego trata de sujetarla para amarrar el rabo de la rama de la mata de mango, pero al estirar el brazo,como tenía la cintura floja, se le caen los pantalones.
Para desgracia suya, en ese instante llegó al lugar un compadre que, al verlo con los pantalónes hasta las rodillas y el rabo de la vaca levantado, le dice
¡Ajá, Compadre! Lo encontré cogiendo la vaca.
No valió explicaciones al compadre de que lo que había visto "no era lo que parecía". Lamentablemente para su compadre, lo que acababa de ver en el lugar, sin ningunas dudas lo condenaban.
Luego de contarle al amigo abogado aquella historia, se marchó pensativo, no me comentó nada, solo supe que fue la base de su defensa en los tribunales.
En el estrado argumentó que las apariencias engañan, aunque en ambos casos los condenaban, pero ni el señor cogía la vaca, ni el joven robaba la planta eléctrica.
Esta anécdota nos enseña cuán peligroso es llevarse de las apariencias.
Escrito por Alejandro Santana para El Rincón Barahonero