A la entrada de Galeón ya no se puede ver su vegetación, sino, más bien, vacíos, con movimientos de máquinas pesadas de un lado a otra.
Propiedades que se hallaban sembradas de mangos, cajuiles y otros productos han dado paso a la industria de la construcción con la extracción y procesamiento de arena.
Se puede observar con impotencia, los daños ecológicos que se causa a esta humilde comunidad, que en medio de la miseria de sus habitantes tiene que soportar la destrucción de su medio ambiente.
Hay granceras al granel y se espera el otorgamiento de otros permisos, ante la mirada y complicidad de las instituciones llamadas a preservar el medio ambiente.
Por Manuel Guillermo Mejia