POR JOSE VALENTIN PEREZ
El pueblo dominicano es consiente de la danza de los millones que se baila durante una campaña electoral, y más una campaña reeleccionista con un gobierno en el poder que arrastra un degaste propio de quien lleva mucho tiempo en la posición. Por lo anterior quiero sugerir al presidente Medina, sopesar antes de embarcarse en una odisea de esta naturaleza, por las posibles consecuencias que esto arrastraría para el país, no solo en el plano económico, también en lo social y partidario.
En lo social y partidario.
Cuando nos referimos al costo que tendría una nueva reelección del presidente Medina, lo primero que pensamos es en el factor económico, dejando de lado el impacto social y las repercusiones negativas que esto arrastraría para el país, seguido por un estado de ingobernabilidad, siendo entes protagonistas la convulsión, el desorden y la perturbación social. Irrevocablemente presenciaríamos un resquebrajamiento de gran parte de las instituciones del estado, en la que todo pasa a depender de las personas que están en el poder y sus voluntades, abriendo la oportunidad al continuismo desmedido, mediante la imposición arbitraria, el uso de la fuerza, o la compra de conciencia a través de dadivas.
Porqué ocultar que el PLD y su base se enfrentaría al más grande de sus desafíos “Una división sin precedentes”. La disciplina, condición sine qua non, baluarte innegable por la que se ha regido esa organización por más de 40 años, y le ha catapultado como el partido más exitoso en la historia republicana pasaría a ser un simple recuerdo. Y como si esto fuese poco, estaríamos frente a un efecto dominó que contagiaría a todos los partidos del sistema, generando por demás un estado de desesperanza, e incertidumbre nunca antes visto, se iría la paz y la armonía que tanta sangre , sudor y sacrificio ha costado. Hoy cuesta salir a la calle por la inseguridad en que vivimos. La delincuencia nos acorrala. La falta de oportunidades, e inequidad es nuestra sombra
¿Qué pasaría si por medio de presión, extorsión, y favores, se logra retorcer a cientos de congresistas y se aprueba una nueva reelección? Estaríamos frente a un escenario inimaginable, donde reinaría el caos, y los niveles de inseguridad, nos ubicarían en los primeros lugares de Latinoamérica, e incluso por encima de El Salvador. Fin de la libertad de prensa y la difusión. Los reclamos pacíficos por ciertas reivindicaciones serán cosas del pasado, y la represión y el asedio nos perseguirá como caballo galopante.
Quién rebate que estamos en el umbral de aquello que Alain Minc, llamó, “la borrachera democrática” impulsada por el Estado-Providencia, que trastoca el desarrollo social y material de un país, fundamentado su accionar en un esquema de percepción, que hace del poder político un instrumento de realización personal y grupal, lanzando hacia una participación abierta, sin distinción, ni rigor, ni exigencias de conducta y pensamiento, de grupos confusos, que mediante recursos y generación de prebendas, acumulación de bienes y avezados cabecillas , no solamente se engancha en el agasajo democrático, sino que se hace necesaria e imprescindible para ganar justas electorales. ¡Quién lo niega!
Por esta y muchas razones es que hemos bautizado el dos mil veinte como el año de la extinción, en términos de moralidad, comedimiento, principios éticos y filosóficos relacionados con los partidos políticos y los procesos electorales. Será el año electoral más recordado por esta generación “el sadismo se manifestará en su máxima expresión, y a partir de ahí, ya nada más sorprenderá” lo que se vivió en el torneo electoral pasado fueron pequeños ensayos, electores sublevados, aglutinados en mancomunidades que vendían sus derechos como reses en los mercados, producto del descreimiento engendrado por la clase política y los acuerdos impúdicos concretados en todos los niveles por dirigentes de parcelas diametralmente opuestas.
En lo económico
Se estima que en entre el 2015-2016, a fin de allanar el camino para la reelección se pagaron unos 60 mil millones de peso nominillas y subsidios que no se justifican, y nos preguntamos, ¿Cuántos niños deambulan por las calles de nuestras ciudades sin oportunidades? ¿Cuántas personas mueren en nuestros hospitales por falta de jeringas, gasas, y medicamentos?
¿Cuánto costará pasar esa reforma en el Congreso y enmudecer, periodistas, comentaristas, opositores y partidos aliados? En 2016 se estima que el despilfarro costó unos 8 mil millones de pesos. ¿Y para el 2020 cuantos serán?
…………Me voy a permitir citar un ejemplo, el presidente actual de Honduras, Juan Orlando Hernandez, forzó una reelección prohibida por la constitución, el pueblo voto contra él, y no tuvo más remedio que incurrir a un grotesco fraude electoral, hoy gobierna en medio del caos, con un país polarizado, arropado por la violencia, los asesinatos, el saqueos, y incertidumbre.
¿Es esto lo que queremos para nuestro país?
¡El tiempo dirá!