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viernes, 30 de agosto de 2019

OPINION: Por la salvación del río Baní

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Por Fabio Herrera Miniño

Los banilejos somos muy celosos con el río Baní, que descendiendo velozmente desde los Montes Banilejos, se precipita en el mar Caribe cuando su cauce acarrea agua en las temporadas anuales de lluvia.

Y esos celos banilejos se deben a que, cada uno de nosotros, tiene alguna historia que contar desde cuando éramos niños e íbamos durante las vacaciones de verano a bañarnos en sus aguas transparentes en la temporada de lluvia. Y los adultos tenían los cuentos cuando acudían acompañados para disfrutar de un disfrute paradisiaco en el charco de la Piedra del Chivo. La compañía era con las mujeres de vida alegre provenientes de los lupanares donde vivían en las cercanías del río allá por los años 40 y 50 del siglo pasado.

Cerca de la Piedra del Chivo se construyó en 1947 la primera toma del acueducto por la empresa Lock Joint Pipe que estuvo construyendo por todo el país decenas de acueductos contratados por el gobierno. Se pudo seguir disfrutando del baño en el río aguas abajo de la unión del río con el arroyo Güera y cerca de la toma del acueducto. Pero ya era frecuente que el lecho permanecía seco por varios meses desde esa confluencia. Para bañarse en sus aguas ya era necesario ir más arriba en las lomas de El Recodo y La Gina. Y ahora en el siglo XXI en Las Yayitas. Gracias a los empeños del Grupo Verde y de otros emprendedores banilejos, se aprovecha ese tesoro de la naturaleza. Después fue necesario relocalizar la toma del acueducto cuando se agotó el caudal en la toma original y hubo necesidad de atajar el río cerca de El Recodo para suplir la demanda de una población en crecimiento que se desparramó por todo el valle de Peravia. Ahora recibe el aporte apreciable de una toma en la presa de Valdesia que amortigua esa demanda.

En las vacaciones veraniegas de los años del 40 al 60 del siglo pasado, en el camino al río, nos gustaba marotear los mangos banilejos en las fincas ubicadas a todo lo largo de los senderos de la parte alta o de la baja del pueblo donde sus propietarios o cuidadores nos perseguían más bien para asustarnos sin ningún fin ulterior al menos que no fuera ir donde nuestros padres a poner la queja de esas incursiones. Era un disfrute comer esos mangos a orillas del río antes de bañarnos en sus charcos cercanos al puente de la carretera Sánchez que ya comenzaba a verse contaminado por la basura que se vertía en sus orillas, aun cuando fuera aguas abajo de Mata Gorda a la espera de las crecientes de la temporada de lluvias que arrastraba todos los desperdicios hacia el cercano mar Caribe.

En el primer cuarto del siglo XXI el río Baní se nos está muriendo. La acción depredadora de los humanos, el cambio climático y la deforestación están provocando que veamos como el río languidece sin agua en su cauce. Pese a los esfuerzos que se realizan, y los cientos de palabras en opiniones de buenas voluntades, todavía no se ven las recuperaciones y siguen las devastaciones en su cuenca, deforestando, sembrando inadecuadamente y extrayendo agregados. Hace años se inició un proceso de canalización con protección con gaviones y algunos cientos de metros de los mismos fueron colocados en su margen occidental a la vera del Pueblo Arriba.

Los esfuerzos son tenaces del grupo de preocupados banilejos, rabiosos amantes de su pueblo. Con sus demandas las autoridades actuarían y surgirían planes de acciones inmediatas para emprender las acciones de envergadura que serían reforestar, prohibir la extracción de agregados, completar la canalización y protección del rio a lo largo de su margen occidental y de la orilla del pueblo. Darle forma en la desembocadura para estar preparados cuando se construya la avenida de circunvalación cuyo terraplén será un elemento de conflicto. Al represar el agua en tiempo de crecientes se inundará todo aguas arriba incluyendo a Boca Canasta y parte baja del pueblo.