Por Carlos Julio Féliz Vidal.
Hoy he visto tantos mensajes en Facebook, de personas amigas, que han comunicado haber perdido un pariente cercano o se han solidarizado con alguien que está viviendo la aflicción de la muerte, que sencillamente, me he sentido momentáneamente agobiado.
La muerte es un episodio de la vida al que no terminamos de acostumbrarnos. Cuándo ella llega, aparentemente a destiempo, o bajo circunstancias inesperadas, tiene efectos más devastadores.
La propia situación de los dominicanos que estudian en China y que se encuentran en cuarentena, el riesgo inminente de que este coronavirus se siga extendiendo a otros países y cause estragos, dada su alta tasa de mortalidad, se suma al estado de incertidumbre derivada de la ola de muertes violentas que se producen en el país.
Pidamos a Díos que sea nuestro protector en este tiempo difícil. Qué obre misericordia a favor de nuestro pueblo, como lo hizo a favor de los primogénitos del Pueblo Hebreo, cuándo pidió colocar sangre de redención en los dinteles de las casas para alejar al Ángel de la Muerte, en una clara alusión a la provisión de salvación que se anunciaba con el sacrificio futuro de su unigenito hijo, a quien se le llama el Cordero de Díos.
