POR STILL PEREZ
En mi joven vida, he afrontado situaciones de crisis severas: pérdida coyuntural y transitoria de la salud, la pérdida de familiares y amigos o la imposibilidad de lograr lo deseable en beneficio propio o de los demás. Nunca experimenté una crisis con la medida de la actual. ¡Impresionante!
Se impone, en los actuales momentos, aceptar la realidad, asumir que todo cambió de un momento a otro, y que cada uno de nosotros, debe desempeñar su papel en los momentos que más nos necesita la humanidad.
Es menester, no procurar beneficio individual, pues el comercio y la acumulación no tienen sentido cuando un enemigo mortal amenaza con destruirnos sin distinción de raza, status social y económico, edad, credo, etc. Ya varios grandes han caído, las pérdidas han sido cualitativas y cuantitativas.
Pero ahora, lo que conmueve a la humanidad es la cantidad de personas muertas y no la calidad de quien se muere. Porque se asume, que la muerte engorda sus cifras con cualquiera de nosotros, sin distinción y al azar.
Se impone el sacrificio y la colaboración sin importar el precio, es la única manera de trascender ahora. El mundo se redujo a algo más esencial que la fama, el poder, la tecnología, el conocimiento y el dinero. Lo esencial ahora es la sobrevivencia.