Por Miguel Ángel Figuereo
La cuarentena me ha dado la certeza que Dios existe y enseñado que la familia puede volver almorzar junto, que los hijos nos quieren y se preocupan por nosotros más de lo pensado, que la nieta, la nuera y el nuero son maravillosos.
Que la suegra me quiere como si fuese su hijo, llama cada mañana para preguntar por la amanecida, que los hermanos, hermanas y sobrinos me aman y los amo, ellos están pendientes a nuestra salud y protección, que existen amigos y amigas que te saludan cada mañana o te llamada para decirme que están ahí y que me quieren, igualmente mis vecinos y que Yissel es parte de la familia.
La cuarentena me enseñó a darle gracias al Señor y a bendecir el pan de cada y las manos que lo produjeron, ella también ha enseñado que la casa es más que un espacio para dormir, es un lugar para disfrutar y que posee lugares que son mis predilectos, que desde el hogar se puede trabajar y ofrecer un servicio al país y que Milagros, más que la madre de mis hijos, es la mujer que amo, siempre existen motivos para conversar y reflexionar.