Era sábado, mi inicio antes de tener los primeros síntomas del COVID-19 o Coronavirus, yo estuve realizando mi vida normal, estuve cubriendo varias actividades políticas, específicamente jornadas de desinfección en el municipio de Cabral.
Al otro día domingo nos trasladamos al municipio de Jaquimeyes a realizar la misma jornada, donde después de terminada la misma, los que estuvimos acompañando la diputada reelecta Rudy Méndez (Ñiñin) y senador electo José Del Castillo, nos brindaron un almuerzo, algunos compañeros y yo decidimos no comer, tomamos la decisión de ir a un Pica Pollo frente a la Villa Olímpica en Villa Central.
Ahí en ese lugar fue donde inició mi pesadilla, pues cuando nos sirvieron el Pica Pollo no usé la primera medida preventiva que era lavarme las manos, cada uno nos tomamos una cerveza pequeña y una botella de agua.
De ahí en adelante nos trasladamos al lugar donde se iba a desarrollar el segundo operativo de desinfección en ese distrito municipal de Villa Central, decidí no participar y regresé a mi casa.
Me fui al Cercado y de ahí fui a Santo Domingo con un familiar aquejado de Salud, que por cierto no era COVID-19, donde permanecí desde el Lunes 11 hasta el Sábado 16 del mes de Mayo.
Resaltar que a cada centro médico que visitamos no me desmonte de mi vehículo, manteniendo las medidas preventivas con mascarillas y en ocasiones Guantes.
LOS SÍNTOMAS:
Cuando ya regresaba de Santo Domingo, hice una parada en el supermercado Bravo en Baní, cuando estaba pagando en caja, me sube la presión arterial (primer síntoma), fue controlada por una unidad de la seguridad vial.
Continúa la ruta para el Cercado, me doy un baño y luego regreso a mi casa en Vicente Noble el mismo sábado. Por lo que el lunes voy al cardiólogo hacerme un chequeo, me cambia la pastilla y la presión arterial sigue alta, en eso duré una semana visitando el centro médico para llevar un control como lo había indicado el cardiólogo, se suma el decaimiento en el cuerpo, solo quería estar acostado, llega la fiebre, ya voy perdiendo el olfato y el gusto a la comida, un poco de diarrea, un poco de tos, con esos síntomas duré de dos a tres días en mi casa.
Cuando vi que la cosa se estaba en empeorando llamé a la DPS (Lutty Suero) y me enviaron una unidad a hacerme la prueba PCR para determinar si tenía el virus, pues en lo que llegaban los resultados mi situación se iba empeorando y decidí ingresarme en el hospital de Vicente Noble, ahí duré dos días.
Mi situación de salud ya no era la misma, después de mi ingreso, la respiración cada vez estaba más complicada, los tanques de oxígeno no fueron suficientes, mis pulmones estaban colapsando a pesar de las buenas atenciones del hospital de Vicente Noble, por lo que la diarrea y la tos fueron incrementando, la Directora Clelia, Daniel Urbaez, Víctor Terrero y Rudy Méndez hicieron lo posible para que yo sea trasladado al hospital Jaime Sánchez de Barahona.
Antes de ser ingresado en el Jaime Sánchez me realizaron los estudios correspondiente y el neumólogo Ángel Pérez revisó los resultados de los estudios de mis pulmones por lo que determinó que no estaba en condición de permanecer en dicho centro de Salud, y de inmediato fui referido a Santo Domingo al CECANOT.
La odisea en el trayecto al CECANOT. La ambulancia que me trasladaba no avanzaba más de 80 kilómetros por hora, desde que salí del hospital tenía sed y con ganas de orinar, el paramédico me dice que no pueden parar debido a que la ambulancia está sellada, no aguanto las ganas de orinar y ya no encontraba de donde sacar saliva, por lo que al fin se dignó de darme una cubeta y me puso a orinar, sentí ese alivio, pero aún la sed sigue.
Después de más 5 horas en el camino se terminó el oxígeno que tenían en la ambulancia y para colmo el chófer no sabe donde estaba CECANOT, el paramédico me deja solo y se fue acompañar al chofer, yo solo le pedía a Dios que no me desampare, luego de dar vueltas y vueltas en Santo Domingo por fin consiguen un guardia y es quien lo lleva al centro médico, al llegar allí el médico que esperaba la emergencia ya no estaba para autorizar mi ingreso, por el atraso que había tenido la ambulancia y los médicos de turno deciden recibirme en lo que reciben la autorización.
Una vez estamos en la puerta solo me dieron cuatro trago de agua para que no me diera un infarto.
EN CECANOT:
En este centro muy especializado en materia de COVID-19, ahí me dieron unos cuantos síntomas fuera de lo normal, médicos y enfermeras me prestaron buenas atenciones, habían momentos que no sabía de mi, ahí dentro perdí la noción del tiempo, solo observaba luces y escuchaba los sonidos de las máquinas.
Me recuperaron en unos trece días, perdí bastante peso por la constante diarrea y falta de apetito para comer.
De regreso en casa con mi familia, la tos persistía, mi esposa consulta con una doctora y la enfermera que me asistía mientras estuve en CECANOT para suministrarme un jarabe (Tussibron tos) y algunos remedios caseros, después de haber consumido eso, fue que la tos desapareció.
MI FAMILIA:
Sufrió gran parte de mi mal estado de Salud, siempre le pedí a Dios que me la cuidara y que no me separe de ellos, por que me necesitan, ya cuando me dieron el alta médica me dieron la noticia de que mi hija mayor y mi esposa tenían COVID, pero ellas lo hicieron asintomático, gracias a Dios todopoderoso ya estamos libre del COVID-19.
LA ESTIGMA CON LA GENTE:
He sentido el rechazo de algunos después de, hay algunas personas que están en algunos lugares y no tienen Mascarillas puesta desde que me ven salen a ponérsela, otros detrás de mis espaldas le dicen a relacionados que no le hablen por que ellos estaban conmigo y le voy a pegar el COVID.
LA CUARENTENA:
Yo entiendo que debe ser más fortalecida, donde debe de existir un régimen de consecuencias, los que violenten las medidas preventivas de las autoridades sean sometidos y paguen una multa real.
Esto no se lo deseo a nadie, por favor quédese en su casa y si vas a salir mantener el aislamiento social, recuerda debes usar la Mascarillas.
Hoy en día puedo contar mi historia con el coronavirus, gracias a que Dios me dio una segunda oportunidad para vivir y permanecer con los míos y gracias a la enfermera Lina Montero que se convirtió en mi ángel de la guarda y siempre estuvo ahí pendiente de mí.