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martes, 10 de noviembre de 2020

OPINIÓN: Atrapados en la infelicidad

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Por Dr. Octavio Féliz Vidal

Trabajo cada día con la infelicidad de la gente. Los paños desechables para secar las lágrimas se agotan con frecuencia. Nuestras relaciones que deben ser fuente de amor y felicidad se convierten con frecuencia en lágrimas y torturas emocionales.

La tortura emocional la sufren los padres cuando sus hijos empiezan a tener conductas inapropiadas.

 Se tornan violentos, tienen problemas escolares, se involucran en consumo de alcohol y en drogas. Vamos viendo la transformación de una hija o un hijo hacia el fracaso. Los padres impotentes no pueden ayudar a sus hijos con resolverles sus interminables problemas. Siempre justifican sus fracasos y los padres se tornan codependientes que ya no viven su propia vida. Descuidan la intimidad de su relación de pareja y se obsesionan en cambiar al hijo o hija con problemas. 

La mujer que soñó con ser feliz con el amor de su vida, hoy es golpeada, vejada, insultada y maltratada. Las relaciones se tornan enfermas y disfuncionales. La obsesión con cambiar al marido se convierte en la razón de vida de esas mujeres que no entienden que ellas son las que deben cambiar.

La infelicidad ahoga a ese hombre que agobiado por los celos persigue a su mujer para confirmar el engaño. Los celos le perforan el alma. En ocasiones hay indicadores verosímiles de deslealtad y puede ser real; pero otras veces los celos son una creación propia y patológica que ya no se pueden controlar. Los celos se beben la felicidad de estos hombres. Pierden la tranquilidad y a veces las emociones lo dominan y se convierten en desgracias.

Nuestra infelicidad a veces se viste de uniforme en nuestro lugar de trabajo. Sentimos el acoso laboral, las coaliciones perversas de algunas personas y las decepciones de amigos. 

Al entender nuestra incapacidad de cambiar a los demás y enfocarnos en cambiar nosotros mismos, podemos aprender a modificar la manera en que nos relacionamos con los demás: para que las relaciones sean más justas. 

También podemos hacernos cargo de nuestras emociones negativas y modificarlas como la ira, el enojo, y los celos. Podemos también dejar las pautas de codependencia con nuestros hijos y familiares y permitir que ellos crezcan y que se hagan cargo de sus propias vidas y que suelten, como dice Haley, las amarras que los unen a nosotros.

El autor es: Terapeuta Familiar y Sexual, Clínica Santo Tomás.
Consultas 809-862-4882