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sábado, 8 de enero de 2022

Reflexionando en voz alta: La Tecnolatría

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Por Víctor Cuello

Disfrutando de una entrevista que se le hiciera a Ernesto Sábatos en el selecto programa

«A Fondo» producido por la TVE en 1977, escuché de labios del laureado escritor el vocablo tecnolatría, lo que impactó inmediatamente mi memoria fonológica y léxica al tratarse de un intelectual nacido en 1911.

Pero, ¿qué es la tecnolatría? Para Ignacio Dueñas García- Polavieja, es «la adoración del poder de la tecnología por encima de todas las cosas.» Por su parte, José Albelda sostiene que » …la tecnolatría nos lleva a un mundo totalitario que impide los contrapesos humanista necesarios para construir una sociedad equilibrada». Ambas citas vienen a cuentos a propósito de mi reflexión crítica sobre este concepto, en el entendido de empezar su desconstrucción o, cuando menos, a crear conciencia sobre el mismo en tiempo de la postverdad.

Del mismo modo que hoy están en boga los postulados feministas, la ideología de género o la libertad sexual, cuestiones que pudieron dilucidarse mucho tiempo antes, evitando a la humanidad tantos y estériles contratiempos, fenómeno que actualmente ocurre con el abuso de la tecnología.

No piensen por ello que nos oponemos a una realidad inevitable por la acción misma del tiempo, de la historia y de los cambios, de hecho la tecnología es de por si insustituible, inevitable y excelente, pero es el modo de uso, es el ubicarla como la voluntad misma del hombre, como la creación sustituyendo a su creador lo que realmente nos atribula.

Como docentes, toca a nosotros desmitificar ese absolutismo tecnológico y poner en evidencia su cara oscura, toda vez que se convierta en cultura sin criterio humanístico, marginando la razón y el bien común.

Pienso que el culto o vasallaje a la tecnología nos educa para la obediencia (insinúo a Chomsky), enfilándonos como profesores al burdo papel de correa de transmisión.

Debemos adoptar la enseñanza de la técnica no como un adoctrinamiento rayano en la religion. Es urgente una revisión respecto a su uso arbitrario, a sus excesos, promotores del sedentarismo y la holgazanería cerebral.

Rendir culto a ordenadores personales, a teléfonos «inteligentes» , olvidando los libros físicos y poder de nuestra mente, es sencillamente penoso. Urge integrar la conectividad con el llamado pensamiento crítico. Esa es nuestra propuesta. Ver la tecnología como completo, jamás como sustituta de las facultades humanas.

Chesterton afirmaba que cada siglo es salvado por las ideas de una minoría inmensa opuesta a las opiniones de una inmensa mayoría. Prefiero ser parte del primer grupo.