La preservación de la vida debe ser el principal objetivo del ser humano. Sin embargo, cuando nos acercamos a periodos dedicados al descanso colectivo o a la celebración de fechas importantes, nuestro entorno cercano se convierte en una vorágine, y se arriesga la vida.
Muchos parecemos tener prisa en hacer aquello que no hicimos tiempo atrás, como si la vida se estuviera esfumando ante nuestros ojos; entonces, en una acción irreflexiva, corremos alocadamente tras ella, tratando en un instante de aprisionarla y alargarla. Con sólo detenernos un minuto, pudiéramos preguntarnos: ¿Para qué la prisa? ¿Es que las manecillas del reloj ya no correrán más? ¿No habrá otra Semana Santa? ¿Terminarán los fines de semana largos? ¿Acaso acabarán los días, los meses y los años?
Bueno, es posible que de seguir un ritmo apresurado e irracional, algunas de esas preguntas se contesten con un sí. Suena duro. Y lo es. Pero, depende de nosotros, en cierta medida, que el reloj siga corriendo, que haya otras Semana Santa y fines de semana largos, que podamos llenar el motor de combustible si es que nos quedamos varados en la carretera, o, también, que haya otros días, otros meses y nuevos años.
Por nuestra vida, por nuestras familias, por el país, seamos prudentes. Disfrutemos con moderación de este breve periodo vacacional; o tomémoslo para descansar y reflexionar, si es nuestro deseo. ¡Feliz Semana Santa!
