Por Nelson Espinal Báez
Tomado de Diario Libre
Cambridge, MA. Mientras Estados Unidos se enfrasca en debates internos y enfrenta divisiones políticas, China avanza de manera silenciosa, disciplinada y estratégica. En medio de la creciente polarización en EE.UU., las decisiones disruptivas tomadas durante la presidencia de Donald Trump y el debilitamiento del orden internacional, China ha sabido jugar sus cartas con paciencia y precisión.
La fractura interna de EE.UU. es significativa. Ian Bremmer de Eurasia Group ha señalado que la creciente desconfianza en las instituciones y la falta de consenso están erosionando la capacidad de liderazgo global de Washington. Mientras tanto, en otras latitudes, China construye carreteras, invierte en puertos y conecta regiones a través de su ambicioso proyecto de la Nueva Ruta de la Seda.
Thomas Friedman lo resumió acertadamente: "Mientras nos peleamos entre nosotros, China construye el futuro". Es una imagen poderosa y real.
Mientras China acaba de hacer el movimiento geopolítico de comercio internacional más fuerte del siglo XXI unirse a su antiguo rival Japón en alianza con Corea del Sur, junto a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (formada por Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia y Vietnam), para crear la región de comercio libre más poderosa del mundo, Estados Unidos opta por el repliegue proteccionista, afectando prácticamente a todos los países exportadores hacia su territorio. Este contraste refleja una paradoja que el historiador Paul Kennedy describiría como el síntoma de un imperio en declive: cuando el esfuerzo por mantener el liderazgo termina socavando su propia estabilidad
Apenas iniciado el mes de abril, Donald Trump sorprendió al mundo con la imposición de aranceles que afectan a prácticamente todos los países exportadores hacia Estados Unidos. Esta medida proteccionista, que incluye un arancel mínimo del 10% para todas las importaciones y aranceles aún mayores para países como la Unión Europea, refleja la consolidación de la estrategia de repliegue económico de la administración Trump. Mientras algunos sectores industriales en EE. UU. celebran la decisión, muchos líderes mundiales ya han advertido sobre el riesgo de una guerra comercial de grandes proporciones.
Lo interesante es que esta nueva ofensiva arancelaria puede beneficiar indirectamente a China, que ha consolidado acuerdos comerciales bilaterales con muchos de los países que ahora enfrentan dificultades para acceder al mercado estadounidense. Mientras EE.UU. se cierra, China continúa ampliando su red de cooperación global, reforzando la percepción de ser un socio económico más confiable y estable.
Trump y el repliegue: en política no existe el vacío.
La presidencia de Donald Trump marcó un punto de inflexión. Con su lema "America First", se alejan aliados, se abandonan tratados y se desarticula un modelo de liderazgo basado en normas. En ese espacio "vacío", China entró sin hacer ruido, ganando influencia país por país, con acuerdos, inversiones y diplomacia.
Joseph Nye, creador del concepto de "soft power" en la Harvard Kennedy School, advertía que el prestigio y la atracción de EE.UU. se estaban erosionando rápidamente. La guerra comercial, lejos de frenar a China, terminó empujándola a ser más autosuficiente, innovadora y ambiciosa. En vez de contenerla, la impulsaron a consolidarse.
Kishore Mahbubani, en su libro 'Has China Won?', plantea una provocadora reflexión sobre la competencia geopolítica entre China y Estados Unidos. Según Mahbubani, China no compite con EE.UU. siguiendo las reglas tradicionales occidentales; en cambio, juega según sus propias normas, con una estrategia a largo plazo y una narrativa que resuena especialmente en el Sur Global.
Una escena simbólica de este cambio ocurrió en enero de 2017. Mientras en Washington se inauguraba a Donald Trump con un discurso cargado de nacionalismo económico, en el Foro Económico Mundial de Davos, por primera vez en la historia, un presidente de China, Xi Jinping, tomaba la palabra.
En un auditorio colmado de líderes globales, Xi defendió abiertamente el libre comercio, la cooperación multilateral y el orden global que Occidente había construido tras la Segunda Guerra Mundial.
"Perseguir el proteccionismo dijo es como encerrarse en una habitación oscura: puede que llueva menos, pero también se bloquea la luz y el aire."
La paradoja era evidente. Estados Unidos, fundador del orden liberal, se replegaba. China, su mayor contraparte, ofrecía continuidad.
Estas recientes decisiones proteccionistas reavivan el dilema planteado hace años por Graham Allison: ¿pueden una potencia emergente y una potencia establecida evitar el conflicto en un escenario de creciente rivalidad económica? Las señales actuales indican que el choque de intereses sigue intensificándose. Sin embargo, algunos analistas sostienen que el proteccionismo podría, en el mediano plazo, revitalizar sectores industriales clave en EE.UU., relanzando su competitividad en un contexto global cada vez más complejo
Lo cierto es que, mientras el mundo delibera, China se mueve. Más rápido, más lejos, más segura. Tal y como dije en una entrevista: China solo tiene que ser educada, cuando EE.UU. es maleducado. China solo tiene que ser generosa, cuando EE.UU. está siendo mezquino. China solo tiene que ser respetuosa, cuando EE.UU. está siendo irrespetuoso.
Entienda el lector, China no está ganando con gritos, ni con confrontaciones. Está ganando en silencio, aprovechando el ruido ajeno. El giro proteccionista iniciado bajo la primera administración Trump y mantenido con matices bajo la administración Biden reafirma esta tendencia. Aunque el estilo del Demócrata ha sido menos confrontacional que el de Trump, el trasfondo proteccionista se ha mantenido, afectando la percepción de EE.UU. como socio comercial confiable. Leyes como la Inflation Reduction Act y la CHIPS Act generaron fricciones incluso con aliados europeos, mientras China sigue captando inversión extranjera directa, especialmente en tecnologías verdes.
En el ámbito diplomático, China sigue destacando en regiones estratégicas como Medio Oriente. Su reciente mediación entre Irán y Arabia Saudita evidencia una capacidad de liderazgo que EE.UU. parece haber dejado atrás. Así, mientras Washington prioriza su independencia energética basada en combustibles fósiles, China lidera la transición hacia energías renovables, consolidando su hegemonía global. El contraste sigue siendo claro: mientras uno se repliega, el otro se expande con determinación.
Lo que está en juego no es solo la hegemonía global, sino el tipo de mundo que vendrá. Y ese Mundo, cada vez más, habla mandarín.
China no está ganando con gritos, ni con confrontaciones. El giro proteccionista iniciado bajo la primera administración Trump y mantenido con matices bajo la administración Biden reafirma esta tendencia. Aunque el estilo del Demócrata ha sido menos confrontacional que el de Trump, el trasfondo proteccionista se ha mantenido, afectando la percepción de EE.UU. como socio comercial confiable.
El autor: Nelson Espinal Báez Associate MIT - Harvard Public Disputes Program at Harvard Law School. Presidente Cambridge International Consulting.