Según el prelado, un escenario como ese afectaría gravemente los pilares económicos, sociales y turísticos del país. “Nadie va a venir a invertir aquí”, afirmó, tras asegurar que la presencia de estos grupos violentos podría destruir lo que calificó como “la estabilidad nacional”.
Alejo Concepción fue enfático al señalar que “los haitianos han destruido su país y, si los dejan pasar, también destruyen el nuestro; por eso son una amenaza”. Sin embargo, aclaró que no se refería al ciudadano haitiano común, sino a las élites que han dirigido el país vecino.
“No estoy hablando del haitiano del pueblo, porque son personas buenas, honradas, con buena reputación, inteligentes y con amor por su patria. Me refiero a quienes han estado al frente del poder en Haití durante más de 60 años, sin lograr superar las dificultades del país”, expresó.
Monseñor atribuyó parte de la inestabilidad haitiana a su herencia tribal: “Haití viene de dos tribus africanas que se rigen por caciques. Por eso, pueblos como ese no funcionan con democracia, sino con un líder que baje línea, con una dictadura”, sostuvo.
“Vivían mejor con Duvalier”
Aunque reconoció que las dictaduras no son deseables, el obispo de San Juan consideró que los haitianos vivían mejor durante la dictadura de los Duvalier. Comparó la situación con el caso de Irak, afirmando que “cuando estaba Sadam Hussein, Irak estaba mejor. Ahora los gringos le llevaron la democracia, entre comillas, y también se llevaron el petróleo. Irak no tiene una forma de normalizarse”.
“Aquí sí hay trabajadores”
En relación con las afirmaciones de algunos sectores que aseguran que el país no tiene suficientes trabajadores en sectores como la agricultura y la construcción, Alejo Concepción respondió con firmeza: “Eso es una falacia. Aquí hay gente que trabaja. Esta patria la levantamos nosotros, no por los haitianos”, enfatizó.
Aseguró que quienes sostienen esa narrativa lo hacen por intereses económicos: “Son personas que quieren hacerse ricos a costa de las injusticias cometidas con los haitianos”.
Regulación con límites
Sobre la regularización de inmigrantes indocumentados, el religioso indicó que es deber del Estado controlar quién entra y sale del país. Sin embargo, advirtió que no es viable una regularización masiva.
“No se puede aceptar la regulación de uno o dos millones de inmigrantes. ¿Dónde van a vivir? ¿Qué pasa con la salud, la educación, la vivienda, el agua? Todo eso se complica cuando una población pobre emigra en masa”, expresó el obispo.
Las declaraciones del prelado se produjeron a su salida de la LIII Asamblea General Anual y XXXVII de Delegados de la Cooperativa Central, celebrada en San Juan.
