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sábado, 5 de julio de 2025

La historia del cine porno: del tabú clandestino al imperio global del entretenimiento adulto

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Historia de Pornhub: el portal de pornografía más visitado del mundo

BARAHONA: Desde sus orígenes ocultos en los burdeles del siglo XIX hasta su consolidación como una de las industrias más rentables del mundo digital, el cine pornográfico También conocido como cine X, XXX o para adultos ha sido un reflejo de los cambios tecnológicos, sociales, económicos y culturales del último siglo.

Su propósito declarado es la excitación sexual del espectador a través de la representación explícita del acto sexual. Pero más allá de lo evidente, su evolución es una historia cargada de contradicciones, censuras, innovación y expansión global.

Los inicios: entre inventos, striptease y clandestinidad

La historia del cine porno comenzó casi al mismo tiempo que la del cine mismo. A finales del siglo XIX, pioneros como Eugène Pirou y Albert Kirchner rodaron películas como Le Coucher de la Mariée (1896), una de las primeras en mostrar un striptease en pantalla. En Argentina, El Sartorio (1907-1912) se cuenta entre las primeras películas pornográficas registradas, aunque su origen exacto sigue siendo objeto de debate.

Simultáneamente, en Europa y Sudamérica, comenzaron a producirse filmes eróticos clandestinos que circulaban en burdeles o espacios privados. En Estados Unidos, las máquinas mutoscopio reproducían imágenes de mujeres desnudándose, ganando popularidad en ferias y salones discretos.

La era del cine mudo y la ilegalidad

Durante los años 1920 y 1930, los llamados stag films cortometrajes mudos de contenido sexual se popularizaron entre hombres, pero su circulación era ilegal. Muchas veces, los cineastas utilizaban sus propias bañeras como laboratorios de revelado y las películas eran distribuidas por redes vinculadas al crimen organizado. El riesgo de prisión era real para productores y espectadores.

En Europa, sin embargo, el cine erótico empezó a rozar los límites del cine artístico. Figuras como Lasse Braun en Italia promovieron producciones de mayor calidad, e incluso algunos diplomáticos facilitaron su distribución bajo inmunidad.

La revolución de los 60 y 70: legalización, porno chic y debate público

Con la revolución sexual de los años 60, Dinamarca y los Países Bajos legalizaron la pornografía hardcore, abriendo las puertas a producciones más elaboradas. Películas como I Am Curious (Yellow) (1967) y Language of Love (1969) desdibujaron la frontera entre el cine erótico y el documental.

En Estados Unidos, el fenómeno porno chic nació con títulos como Garganta profunda (1972), Behind the Green Door (1972) y The Devil in Miss Jones (1973). Exhibidas en salas convencionales y discutidas por críticos y el público, estas películas llevaron la pornografía a la corriente principal, generando una inédita aceptación social.

La industria encontró su epicentro en el Valle de San Fernando, California conocido como Porn Valley y estrellas como Linda Lovelace y John Holmes alcanzaron fama internacional.

Sin embargo, la libertad tenía límites. En 1973, la Corte Suprema de EE. UU. dictó el fallo Miller vs. California, estableciendo que la obscenidad no estaba protegida por la Primera Enmienda. A partir de ahí, cada estado pudo legislar sus propias normas.

El auge del video y la diversificación (años 80 y 90)

Con la llegada del VHS en los 80, la pornografía se mudó de las salas al hogar. Esto multiplicó las ventas, redujo costos de producción y permitió la expansión de subgéneros y nichos. Surgieron figuras como Ron Jeremy, Ginger Lynn o Traci Lords (quien protagonizó un escándalo al actuar siendo menor de edad), y directores como Gregory Dark y Andrew Blake.

La tecnología también permitió el auge del cine porno amateur, y el número de producciones anuales pasó de cientos a miles. La guerra de formatos entre Betamax y VHS fue ganada por este último en parte gracias al respaldo de la industria porno.

En los años 90, el DVD trajo mejoras técnicas y funciones interactivas, pero sería el internet el que cambiaría para siempre el negocio. Las plataformas web, sitios de pago y redes P2P hicieron que millones de personas accedieran al contenido sexual sin restricciones geográficas ni sociales.

El dominio estadounidense y el imperio de la industria

Estados Unidos es hoy el mayor productor y consumidor de pornografía del mundo. La industria, concentrada en Los Ángeles, ha superado en ocasiones los ingresos del propio Hollywood. En 2005, se estimaba que generaba más de 13 mil millones de dólares anuales, según medios como Forbes y The Observer.

Grandes estudios como Vivid Entertainment, Hustler, Private Media Group y sitios web como Pornhub han diversificado el mercado: películas, sitios de streaming, sexcams, videos bajo demanda, teléfonos eróticos, juguetes sexuales y más. En hoteles de cadenas como Hilton y Marriott, el 50 % de los clientes consume contenido para adultos.

La salud sexual y el impacto del VIH

En los años 80, la industria enfrentó una crisis por el brote de VIH. Estrellas como John Holmes y Lisa De Leeuw fallecieron a causa del virus. Esto motivó la creación de la AIMHCF (Adult Industry Medical Health Care Foundation), que implementó un protocolo de pruebas obligatorias cada 30 días. Sin embargo, las polémicas han continuado. En 2004, varios actores resultaron infectados tras un rodaje en Brasil, y el gobierno de California consideró obligar el uso de preservativos, medida resistida por productores y actores.

Aunque los protocolos han reducido riesgos, las cifras varían: según la AIMHCF, los actores porno tienen menor tasa de ITS que el público general, pero autoridades de salud pública discrepan.

Nuevas formas, nuevas reglas

El cine porno se ha diversificado: desde animaciones hentai hasta subgéneros como gonzo (centrado en la acción sexual directa y sin narrativa) o feature (con historia argumental). También proliferan clasificaciones como teen, MILF, interracial, alt porn, entre muchas otras.

En Japón, el hentai se volvió un fenómeno cultural con animaciones eróticas de gran popularidad. En Occidente, el porno feminista o ético ha crecido como respuesta a las críticas por cosificación y explotación, promoviendo el consentimiento, la diversidad y la representación equitativa.

A nivel global, la regulación varía. En países como Francia y Brasil, es obligatorio el uso del condón en las producciones. En EE. UU., las decisiones sobre qué contenido es permitido han sido indirectamente influenciadas por empresas como Visa y Mastercard, que limitan el financiamiento a sitios con material considerado inapropiado.

Conclusión: entre el deseo, el negocio y el debate

La historia del cine pornográfico es la historia de una industria que ha sobrevivido a la censura, ha aprovechado cada innovación tecnológica y ha influido —para bien o para mal— en la percepción moderna del sexo.

Desde las primeras imágenes en mutoscopios hasta la inteligencia artificial y la realidad virtual, el porno no solo ha buscado excitar, sino que ha desafiado normas, reflejado tensiones culturales y abierto discusiones aún no resueltas sobre ética, libertad y salud pública.

Una industria que nació en la sombra, y que hoy a pesar del estigma se proyecta con fuerza en millones de pantallas del mundo.