Aún me cuesta asimilar la noticia de tu partida. Te conocí desde los tiempos escolares y en las canchas de baloncesto, donde compartimos tantas horas de juventud, estudio y compañerismo. Siempre te distinguió la cortesía, la serenidad y ese respeto mutuo que nos unía.
Luego la vida nos llevó por caminos similares: ambos abrazamos la carrera de Derecho, y con orgullo te vi abrirte paso también en el ejercicio profesional, en las filas del ejército y en el servicio público, cuando formaste parte de la antigua AMET, hoy DIGESETT.
Despertar con la noticia de tu fallecimiento ha sido un golpe inesperado. Parecías lleno de vida, pero como dice el adagio, “nadie es lo suficientemente joven para morir”.
Descansa en paz, hermano y amigo querido. Barahona pierde a un buen hijo, y quienes te conocimos guardaremos siempre el recuerdo de tu nobleza y tu ejemplo.
