Mi amigo Pupilo, Jency James Ruiz, fue uno de esos deportistas que marcaron una época. Su talento, energía y entrega en la cancha cautivaron a toda una generación de aficionados al baloncesto, entre los cuales yo me contaba con sincera admiración.
El destino, sin embargo, le puso a prueba de la manera más dura. Pupilo sufrió un aparatoso accidente en el que perdió la vida el destacado atleta Abraham Espinosa, su compañero y estrella del equipo Gregorio Luperón. Sólo Pupilo logró sobrevivir. Su recuperación fue lenta, pero su espíritu nunca se rindió. Con una fuerza interior admirable, volvió a la cancha de donde venía aquel día, demostrando que su coraje y amor por el baloncesto eran más grandes que cualquier adversidad.
Hoy, los años han pasado, y ya no lo admiro por sus hazañas deportivas pues se retiró, dejando abiertas las puertas a los nuevos relevos, sino por su ejemplo de vida, su valentía para enfrentar los desafíos y su capacidad de reinventarse ante los cambios más radicales.
Ahora, Pupilo reside en los Estados Unidos, donde ha sabido construir una vida productiva y decorosa, pero, sobre todo, plena de armonía, cariño y respeto hacia quienes lo rodean.
El tiempo pasa, pero el aprecio y la admiración permanecen intactos. ¡Un fuerte abrazo, hermano!
