Hay amistades que se revelan en los momentos que más necesitan silencio, comprensión y un gesto humano. Emerson es uno de esos amigos.
En la imagen aparece junto a mi madre, preparando la mesa en casa de Francis, otro ser solidario que abrió su espacio y su tiempo.
Ese día, Emerson había conducido tres horas hasta Santo Domingo y otras tres de regreso, trayendo a mis padres para vivir una nueva experiencia como familia, llena de fe y esperanza. No hubo que pedírselo dos veces. Su “sí” fue inmediato, como tantas otras veces que ha dicho presente ante propuestas nobles.
Emerson, joven empresario del transporte, con formación académica destacada y valores nacidos del hogar y la fe, representa esa clase de personas que dan sentido al concepto de amistad. Gente buena, de corazón limpio, que sirve sin esperar y ayuda sin hacer ruido.
Que Dios multiplique en el mundo personas como él, porque la humanidad se sostiene, todavía, en los hombros de los solidarios.
