En un informe a la nación de 25 minutos, el presidente Danilo Medina enumeró anoche poco más de una veintena de realizaciones y promesas que sirvieron de presentación de su Gobierno de cien días, matizado por un ejercicio público frugal y el ingente esfuerzo oficial de despejar densas nieblas de incertidumbre.
El discurso presidencial pareció dirigido principalmente a los sectores más vulnerables o afectados por una crisis económica acentuada por un abultado déficit fiscal que obligó a aplicar una reforma impositiva, de la que dijo fue un trago amargo que conlleva sacrificios temporales, pero que daría el dulce sabor de la justicia social.
Aunque cien días no es tiempo suficiente como para ofrecer garantía de certidumbre económica y de cumplimiento de la excelsa promesa de fomentar equidad y justicia en el ejercicio del gasto público, fue notorio el esfuerzo del presidente por convencer a la audiencia de que su Gobierno dedicará íntegramente cada centavo a servir al pueblo.
Sin que se defina como un discurso de antología, ni su contenido de histórico, no hay dudas que el mandatario pudo hilvanar una pieza coherente que conectó su breve prontuario de rendición de cuentas con un programa de gobierno que podría calificarse de socialmente revolucionario y políticamente ético.
Amplios sectores censuran que en el discurso estuvo ausente una valoración de las causas y consecuencias del déficit fiscal y del tipo de solución que aplicaría el Gobierno a la dilatada crisis del sector eléctrico, pero es obvio que el Presidente prefirió postergar esos temas para tiempos menos difíciles.
El Presidente ha prometido que despedirá sumariamente y someterá a la Justicia a los funcionarios que incurran en prevaricación, promesa que recuerda las expresiones del incrédulo Santo Tomas: ver para creer, aunque la prevención del dolo figura con gran relieve en el conjunto de acciones aplicadas por el Gobierno en sus primeros cien días.
Los programas de alfabetización, titulación de inmuebles, promoción de Mipymes, la Ventanilla Única para la inversión, ampliación de la Seguridad Social, figuran entre los aciertos enumerados por el Presidente, como promisorias son las promesas de iniciar un proyecto de viviendas populares, el Plan de Seguridad Ciudadana y la reparación de mil 100 kilómetros de caminos vecinales.
El discurso presidencial pareció dirigido principalmente a los sectores más vulnerables o afectados por una crisis económica acentuada por un abultado déficit fiscal que obligó a aplicar una reforma impositiva, de la que dijo fue un trago amargo que conlleva sacrificios temporales, pero que daría el dulce sabor de la justicia social.
Aunque cien días no es tiempo suficiente como para ofrecer garantía de certidumbre económica y de cumplimiento de la excelsa promesa de fomentar equidad y justicia en el ejercicio del gasto público, fue notorio el esfuerzo del presidente por convencer a la audiencia de que su Gobierno dedicará íntegramente cada centavo a servir al pueblo.
Sin que se defina como un discurso de antología, ni su contenido de histórico, no hay dudas que el mandatario pudo hilvanar una pieza coherente que conectó su breve prontuario de rendición de cuentas con un programa de gobierno que podría calificarse de socialmente revolucionario y políticamente ético.
Amplios sectores censuran que en el discurso estuvo ausente una valoración de las causas y consecuencias del déficit fiscal y del tipo de solución que aplicaría el Gobierno a la dilatada crisis del sector eléctrico, pero es obvio que el Presidente prefirió postergar esos temas para tiempos menos difíciles.
El Presidente ha prometido que despedirá sumariamente y someterá a la Justicia a los funcionarios que incurran en prevaricación, promesa que recuerda las expresiones del incrédulo Santo Tomas: ver para creer, aunque la prevención del dolo figura con gran relieve en el conjunto de acciones aplicadas por el Gobierno en sus primeros cien días.
Los programas de alfabetización, titulación de inmuebles, promoción de Mipymes, la Ventanilla Única para la inversión, ampliación de la Seguridad Social, figuran entre los aciertos enumerados por el Presidente, como promisorias son las promesas de iniciar un proyecto de viviendas populares, el Plan de Seguridad Ciudadana y la reparación de mil 100 kilómetros de caminos vecinales.
Aun con valederas reservas, la sociedad parece decidida a conceder al presidente Medina el compás de espera que ha solicitado para que con hechos reales y firme voluntad política, pueda ganarse la confianza de una población que ya ofrece muestras de cansancio ante tantas promesas que una vez pronunciadas se las lleva el viento como pluma de colibrí.