Por Still Pérez
Una escena del crimen es siempre una cantera de informaciones que guarda silencio. Del manejo de un adecuado código de comunicación depende poder hacer que hable y entenderla, o detectar intentos de la propia escena de querer comunicar algo. A una escena de crimen se le hace hablar, y ella quiere decirnos algo, siempre.
El código de comunicación con la escena lo constituye la pericia del investigador. La disposición de entender el cuadro allí dibujado depende de la actitud de quien investiga, que debe estar exento de todo prejuicio y carga emotiva.
El hecho en el que una pareja de esposos perdió la vida hace unos meses, en Alto Velo de Barahona, se recuerda como sensible, conmocionarte y aún no superado por parte de familiares, allegados, amigo y todo el pueblo, dado lo relativamente pequeño que éste es. De modo que hablar nuevamente de ello, en el tono en que se hace, interrumpe abruptamente la elaboración del duelo de familiares, amigos y el pueblo. Da pena que así sea.
La policía ha añadido un elemento nuevo al hecho que altera todo el cuadro teórico que se tejió mediáticamente para explicar los hechos: hace preso a un hijo de la occisa pareja. Ese hijo habitaba con sus padres en la misma casa, y presenció, según la policía, todo el suceso, hasta el punto de, presuntamente, tomar parte en el hecho y causar la muerte a su padre.
En un escenario como este es menester desmontar todo el marco de teorías que se tenía como explicación del hecho, y realizar las experticias posibles en una escena donde los elementos dominantes son "pólvora, plomo, sangre y cadáveres".
Más que un examen de pólvora o búsqueda de móvil, hay que realizar estudios de balística identificativa para descartar otras armas en la escena, determinar trayectorias y distancias de disparos, e ir tras la búsqueda de indicios que expliquen cómo una tercera persona, que se presume desarmada, logra apoderarse de un arma de fuego, y, acto seguido, mata a su padre al ver tendida en el suelo a su madre.
La determinación de distancia y trayectoria de las balas descartarían el suicidio sin dejar duda alguna.
El autor es: Abogado
