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domingo, 8 de noviembre de 2020

OPINIÓN: Día de los Fieles Difuntos

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Por Bienvenido Matos Pérez

Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora, hay tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar de cosechar lo plantado, tiempo de matar y tiempo de curar, tiempo de destruir y tiempo de edificar, tiempo de llorar y tiempo de reír, así escribió el  rey Salomón el hombre más sabio del mundo antiguo y quien pidió a Dios inteligencia y conocimiento al grado que hayo este formidable ser humano que en la mucha sabiduría hay también gran afición, todo tiene su tiempo, aquí celebramos el día de cada profesional y cada cosa tiene su día, pareciera como si viviéramos en permanentes festejos, nada, absolutamente nada escapa a la mente humana para asignarle su día de celebración.

Parecemos un pueblo en bonanzas a quien le sobran motivos y razones para romerías, para cherchas y canes al por mayor y detalle, pero hoy no es el día de fiesta común que tantos esperan, no es el día para estrenar lujosos vestidos, ni para lucir ostentosos peinados, hoy es un día de profunda celebración espiritual, de celebración interior, día de fiesta de profundas vibraciones interiores, hoy día 2 de noviembre es un día para la reflexión, para el recuerdo de nuestros seres queridos, es un día para la meditación más intrínseca, más de adentro, de lo profundo, de los sentimientos, hoy es el día de finao o de los fieles difuntos.

Este es el día en que por su propia naturaleza con mayor fuerza debemos reflexionar sobre nuestra condición de seres Hombres y Mujeres mortales a quienes tarde o temprano nos llamara la muerte ¿Sabe usted amigo lector de algún ser humano hombre o mujer, nació en esta tierra que nunca haya muerto?

Yo solo conozco a Jesucristo el hijo de Dios que se hizo hombre para pagar el precio del pecado, que murió como hombre pero la muerte no pudo retenerlo y está sentado a la diestra del padre como su hijo amado, por ello este día debería ser de reflexión porque al cementerio solo se va de dos formas, muchas veces como doliente y otra vez como difunto, porque está establecido que los hombres mueran una sola vez y después el juicio.

Es por eso que invito a mis lectores a pensar un instante en su muerte como el final de cada uno de nosotros que nos miremos como en un espejo en el instante en que nos despedimos del mundo de los vivo y pensemos si estamos preparados para hacerlo.

¡Cierto todos vamos a morir un día! Pero también es cierto y debemos preguntárnoslo nosotros mismo si hemos pensado ¿qué hay después de la muerte?

Lo que hacemos, la forma en que nos alimentamos, el estilo de vida desordenada que llevamos no garantiza la debida salud a la que tenemos derecho y en cambio nos depara una vida pesarosa, llena de calamidades, tormentosa que nos acerca cada momento mas y mas hacia la muerte, al sepulcro que nunca se cansa de abrir y cerrar su fauces para  recibir despojos humanos ¿No debería acaso ser la vida un don que se nos otorga por tiempo tan limitado un espacio para sano crecimiento y para que la disfrutemos al máximo?

Dañar el cuerpo humano puede ser también una forma de dañar nuestras relaciones con el creador de la vida. Nos ufanamos de no haber visitado nunca un médico, pasamos la vida automedicandonos y olvidamos dos cosas elementales que el médico es un facultativo por los altos estudios alcanzados y por la experiencia, sus conocimientos profundos adquiridos en su desempeño y quien debería ser siempre nuestro mejor aliado y nos olvidamos también que el visitar un médico nos ayuda a prevenir enfermedades de diversas índoles y que todas las enfermedades a tiempo tienen cura.

Ha debido ser siempre nuestro mayor anhelo hacer de esta vida breve como un relámpago al cruzar los cielos insondables un espacio gratificante de paz y alegría convencidos que materialmente solo se vive una vez.

Esta es mi razón para expresar que el día de los fieles difuntos debe ser un día de meditación y de recuerdos en el que podamos repensar lo vivido y pasar balance sobre lo que hemos andado para que el tramo que nos falta sea más auspicioso y placentero y agreguemos cada día pedazos de nuestras mejores vivencias para una vida de éxitos, de profundos valores espirituales.

Siempre he creído que si la vida termina con la muerte, si la parca impía puede destruir de un solo golpe una creación tan maravillosa y perfecta entonces la vida no tiene sentido, si todos al morir vamos al mismo sitio, si la muerte es un pretexto para juntarnos a todos buenos y malos entonces no tiene sentido ser bueno, comamos y bebamos que mañana moriremos.

¡Pero nosotros creemos que esta vida tuvo y tiene un propósito y en Dios están cifradas nuestras esperanzas!