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lunes, 31 de mayo de 2021

A 60 AÑOS DEL AJUSTICIAMIENTO: Aún sigue pendiente la ruptura del estado postrujillista

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Por Rafael Méndez
Especial para el Listín Diario

Sesenta años después, aún siguen pendientes como proceso histórico político nacional, la ruptura del Estado postrujillista, con lo que se encaminarían los cambios históricos trascendentes en la vida política, institucional, económica y social del país, y sobre todo, en la orientación dirigida a desterrar como práctica política la pervivencia clientelista, populista y corrupta que gravita de manera determinado en la conducta ética, moral y política en la República Dominicana.

De ahí que lo planteado en el párrafo de introducción compagina fielmente con la opinión del autor mexicano Jesús Adolfo Becerril Valencia, cuando en su libro “Juan Bosch: Una vida por la Democracia/ Una biografía política”, advierte que la etapa de ruptura o transición en el proceso histórico-político criollo se malogró debido a que a la desaparición de la dictadura de Trujillo lo que le sucedió fue “el trujillismo continuista disfrazado de reformismo de Joaquín Balaguer”.

Para Becerril Valencia “el 16 de agosto de 1930 tomó el poder político en su país, Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien no lo dejaría, sino hasta treinta y un años después, cuando lo abandonó forzadamente no sin antes dejar una marca indeleble en el cuerpo y la mente de los dominicanos”, “que se cuela a través de las añoranzas”, como lo establece con mucho acierto la licenciada Luisa De Peña Díaz, directora del Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, aunque a mi modo de ver, la frase recogería más fielmente afirmarlo que esa conducta se expresa en “prácticas y añoranzas.

“La muerte de Trujillo abrió un proceso político, aparentemente democrático, en la vida del pueblo dominicano que todavía hoy en el año 2012, 51 años después (se refiere al momento de la publicación trabajo), no ha concluido. Bajo la rectoría e influencia del gobierno de Estados Unidos, que apoyó y auspició el ajusticiamiento de Trujillo, los dominicanos incursionamos en un tránsito que debía culminar en un proceso electoral a fines de 1962”, establece el doctor Euclides Gutiérrez Félix en un “Informe Especial”, sobre “La Guerra de Abril de 1965, publicado en la Revista de la Fundación Global, en su Edición correspondiente a Marzo- Abril 2012.

“El vacío creado por la desaparición de la familia Trujillo no podía ser llenado por un gobierno civil fuerte y ningún militar tenía la fortaleza para ocupar el lugar del Generalísimo. El cuerpo de oficiales no tenía la tradición de participar en movimientos políticos-militares bien definidos, basados en ideologías, profesionalismo o competencia generacional. A mediados de los años sesenta se empezó el proceso de formación de camarillas, pero no eran estables ni comprometedoras”, indica Brian J. Bosch, un agregado militar norteamericano en la República Dominicana, en su libro “Balaguer y los militares dominicanos”, en el que analiza la política del presidente Balaguer hacia los militares, en las décadas de los 60s y los 70s.

“En mayo fueron celebradas las elecciones y el candidato de los Estados Unidos, Joaquín Balaguer, heredero político de Trujillo, ‘ganó’ las elecciones organizadas, dirigidas y amañadas por el aparato político que Estados Unidos había estructurado en el país. Organizaron también una estructura clandestina criminal y represiva con oficiales y soldados criollos, que asesinó decenas de combatientes constitucionalistas, civiles y militares.

“En Abril de 1965, con las armas en las manos, el pueblo dominicano estuvo a punto de vencer a los tanques del ejército y abrir el camino hacia un futuro mejor, Pero las tropas estadounidenses invadieron el país y desgarraron la esperanza”, indica el escritor italiano Piero Gleijueses en su libro “La Esperanza Desgarrada”, publicado en la República Dominicana y cuya primera edición se publicó en Cuba.

La ruptura como lo que debió ser

Superada la Era de Trujillo (1930-1961), en la República Dominicana sólo se han verificados breves y muy honrosas excepciones, momentos que pudieron significar el inicio de la etapa que debió marcar la ruptura que ha faltado en el proceso histórico- político post-Trujillo: los siete meses del gobierno democrático del profesor Juan Bosch, las primeras cuarenta y ocho horas de la Revolución de Abril del 1965, en las que el pueblo y los militares constitucionalista derrotaron al ejército regular y luego libraron la guerra patria al enfrentar la intervención militar norteamericana.

Fracasado el gobierno del profesor Juan Bosch, derrotada la Revolución de Abril; derrotados los movimientos guerrilleros encabezados por Manolo Tavárez Justo, se produce la segunda intervención militar norteamericana, “cuyo único objetivo fue evitar el regreso del profesor Juan Bosch a la Presidencia de la República y su estilo de gobernar”, el imperio y la tropa gringa que mancillaba el suelo patrio, restablece en el poder, el primero de julio de 1966, “el trujillismo continuista disfrazado de reformismo de Joaquín Balaguer”.

De ahí que muchos auautores y analistas consideran que para el caso dominicano “debió y debe entenderse”, como “ruptura pendiente”, el salto histórico-político cualitativo, como negación de una conducta y actuación, moral y ética, la continuidad de un régimen despótico, y una época caracterizada por el crimen, la persecución política, la corrupción, el nepotismo, el clientelismo y todo tipo de práctica negadora de los más elementales derechos ciudadanos.

De acuerdo al citado agregado militar de Estados Unidos, ya para esa época existían cinco grupos militares evidentes, pero no eran permanentes: los oficiales del Centro de Enseñanza de la Fuerza Aérea Dominicana (CEFA), liderado por Elías Wessin y Wessin; el Grupo de San Cristóbal, encabezado por Neit Rafael Nivar Seijas; los oficiales constitucionalistas, en principio teniendo como cabeza visible a Miguel Ángel Hernando Ramírez; el Grupo de San Isidro y los Oficiales de la Marina de Guerra.

A lo indicado en el párrafo anterior, el referido autor mexicano Becerril Valencia añade: ’’y los que finalmente mantuvieron la presencia de los cuerpos armados en el Estado postrujillista con las mismas características que fueron creadas, llegando a cumplir en todos los gobiernos posteriores a La Era, las mismas tareas que en su origen les fueron asignadas. Incluso se podría decir que ejército y policía nacional desempeñaron su mejor papel en los gobiernos llamados “democráticos” –incluso los del Partido Revolucionario Dominicano (PRD)-

“Cargaron con la responsabilidad de cientos de asesinatos cometidos bajo un clima de represión, terror e impunidad que le prometieron someter a todas las manifestaciones de crítica al régimen de turno, aunque son especialmente conocidas la matanza de Palma Sola en 1962…“Las sangrientas invasiones al campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), las salvajes disoluciones de mítines y sepelios de opositores y la represión de huelgas entre 1966 y 1978, y la masacre de abril del 84. Todo ello, como reafirmando la pertinencia, solidez y transcendencia del proyecto de seguridad para el régimen diseñado por Trujillo”.

El autor es periodista