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martes, 2 de noviembre de 2021

Un manejo adecuado de la diplomacia

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POR SANTO SALVADOR CUEVAS 

Ese afán del presidente Luis Abinader de instigar una “intervención urgente” de la comunidad internacional en Haití responde a un manejo inadecuado de las relaciones diplomáticas.

La postura del gobernante responde a dos factores identificables: primero, ganar popularidad a costa de un comportamiento populista y temerario, que va articulado a su proyecto releccionista  con la creencia de que, mientras más instigue y ataque a los haitianos, pues más simpatías le genera acá en el patio.

Y segundo, el presidente Abinader (y en eso es muy coherente) pretende ser gracioso ante el Departamento de Estado de Estados Unidos. Fíjense que su discurso de vulneración a la soberanía de los pueblos guarda similitud con el comportamiento histórico de los sucesivos gobiernos que han pasado por la Casa Blanca.

Las relaciones diplomáticas bilaterales entre Haití y República Dominicana son propias y exclusivas de los dos Estados de la isla. Y  la historia insular e histórica enseña que es entre las autoridades de ambos países desde donde deben partir las iniciativas para el desarrollo y la seguridad territorial de ambos países. Esa es la lógica insular.

En vez de ir a reunirse con los presidentes de Honduras y Panamá, el presidente Abinader debió propiciar un ambiente de entendimiento y “buena vencindad” entre los gobiernos de Haití y República Dominicana.

Y debe entender el Lic. Luis Abinader que él es el presidente de República Dominicana, no de Haití.

En el marco de las Naciones Unidas el mundo reconoce a Haití como una nación soberana e Independiente, y, por tanto, es en el marco de ese foro mundial, respetando su Carta Magna, en donde se debe abordar la problemática haitiana.

Instigar el unilateralismo contra Haití constituye una violación al derecho internacional. Y no deja de ser una provocación contra un pueblo soberano ese comportamiento equivocado del presidente Luis Abinader, lo que nos pone en peligro a todos los dominicanos, muy en particular a quienes habitan en la zona fronteriza.

La reacción del canciller de Haití es la respuesta a un manejo torpe de la diplomacia. Y eso no se detiene suspendiendo becas y ahondando en el error.

Como ciudadano dominicano, propongo:

1. Retomar el diálogo bilateral entre los dos gobiernos de la isla;

2. Cerrar la frontera y reforzar la seguridad en todo ese territorio;

3. Oposición común a toda injerencia militar en los asuntos internos de Haití;

4. Convocar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; y

5. Diseñar un plan de inversión para el desarrollo de la zona fronteriza.