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domingo, 12 de octubre de 2025

¿Qué pasó con el Nobel de la Paz?

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Por Xavier Carrasco

El pasado jueves, el mundo volvió a ser testigo de una de las ceremonias más emblemáticas de la historia contemporánea: la entrega del Premio Nobel de la Paz, que nos hace recordar a Henry Kissinger, cerebro de la guerra de Vietnam, secretario de Estado de EE.UU., obtuvo el galardón.

En esta ocasión, la galardonada fue la excongresista y activista política venezolana María Corina Machado, figura reconocida pero, también, muy cuestionada por su trayectoria de férrea oposición al régimen chavista en Venezuela.

Sin embargo, más allá del simbolismo de la premiación, la designación de Machado ha generado una ola de reacciones encontradas en los distintos escenarios internacionales.

Para algunos, se trata de un reconocimiento justo a la lucha por la libertad y la democracia en un país asfixiado por supuesta tiranía. Para otros, el Nobel de la Paz ha perdido todo sentido al ser otorgado a una persona que, lejos de representar la conciliación, ha respaldado abiertamente llamados a la intervención militar extranjera, al desconocimiento de la institucionalidad y a acciones que fomentan la confrontación.

Otorgarle el premio de la paz a quien ha promovido la idea de una “invasión salvadora” o ha alentado protestas violentas no deja de ser una contradicción dolorosa.

Es, como muchos han señalado, el mundo al revés, premiar la paz a través del conflicto. Nos encontramos, quizás, frente a una nueva distopía moderna, donde las fronteras entre lo moral y lo absurdo se desdibujan.

Resulta preocupante el mensaje que se envía al mundo en un momento en el que las grandes potencias enfrentan conflictos devastadores Ucrania contra Rusia, Israel contra Hamás y cuando la humanidad clama por un liderazgo que promueva la reconciliación, no la división.

Celebrar a quien ha manifestado públicamente simpatía por la vía violenta como mecanismo de cambio político, es alentar la idea de que la paz se conquista con pólvora.

El Premio Nobel de la Paz debería ser un faro moral, un símbolo de esperanza universal. Sin embargo, al premiar a figuras tan polémicas, su credibilidad se erosiona, y con ella la idea misma de lo que significa la paz en nuestros tiempos.

En definitiva, más que celebrar, debemos reflexionar profundamente sobre qué clase de paz estamos premiando y hacia dónde queremos conducir la conciencia global.