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sábado, 8 de agosto de 2020

OPINIÓN: A Propósito de un artículo del Magistrado Ulises Guevara.

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Por Carlos Julio Feliz Vidal 

He leído con agrado un artículo del magistrado Ulises Guevara, Procurador Regional de la Corte de Apelación de Barahona, donde cuestiona la descomposición social dominicana, la corrupción administrativa y el amor por el dinero fácil.

Deja ver, incluso, en el mismo texto, la presión a la que son sometidas las personas honestas en la administración pública, por sujetos y grupos que ven la decencia como un obstáculo a sus pretensiones oscuras.

Conozco al magistrado Ulises Guevara y me honra su amistad. Es un joven profesional con mucho talento, que ejerció con éxito la litigación privada y que lleva varios años desempeñando la función de Ministerio Público en la Región Sur del país, con idoneidad.

Sus aseveraciones acerca de lo que piensa  del funcionario honesto, me llamaron la atención y me hicieron recordar dos episodios de mi vida.

La gente no está acostumbrada a que el funcionario público sea honesto, por eso felicita al que lo hace bien, resalta Guevara.

Hay que erradicar esa cultura de la mentalidad dominicana, el funcionario público debe ser honesto y si no lo  es, incurre en crimen contra la sociedad, que debería ser tomado muy en serio por ésta para sentar el criterio de la transparencia como norte de la política pública. 

Recuerdo cuando fui funcionario electoral, llamado en ocasión de la crisis política que vivió el país en el año 1994, en que estaba a punto de sucumbir la institucionalizad por un fraude electoral, que obligó a reformar la Constitución y recortarle dos años al presidente Balaguer.

No quería ser funcionario electoral, sin embargo, una frase del presidente de la Junta Central Electoral, don César Estrella Sadhalá, me convenció para aceptar el reto, que tuvo para mí la consecuencia de que los que no querían que me mantuviera en el  cargo,  por mi honestidad, que a ellos le era un riesgo, "fabricaron en mi contra  un expediente forestal" por el que duré  ocho dias preso, a pesar de tener tres sentencias que ordenaban mi libertad.
 
nacional, que recibí, las huelgas barriales de niños quemando cartones y los movimiento de abogados en plena solidaridad, que se correspondían con la   vehemencia conque defendí inocencia y me negué a ceder al chantaje.

Recuerdo que al manejar el presupuesto de la Junta Electoral de Barahona, cuando concluyeron las elecciones de 1996, devolví el cincuenta por ciento de los valores que recibí y que no se gastaron, varios millones de pesos que no eran míos, y, que por lo tanto, debían ser reintegrados a las arcas públicas.

Muchos dijeron que yo era un "pendejo", otros me felicitaron por la acción. Para mí lo importante fue cumplir con el país, como lo haría siempre, desde cualquier función pública o privada que ostente.

Esa idea de la corrupción, sin embargo, puede hacer que muchos hombres y mujeres honestos se alejen del quehacer público.

Recuerdo que en el año 1999, presenté una candidatura a la Uasd Barahona, obtuve el segundo lugar en las preferencias electorales y de seguro sería el Director en las elecciones del 2002, que eran las siguientes.

Las elecciones fueron en abril del 1999 y en diciembre de ese mismo año, producto de mi ejercicio profesional, me compré un carro nuevo, marca Mercedes Benz., al verme en este vehículo, uno de mis principales colaboradores en la campaña electoral, me dijo textualmente: "maestro, si usted hubiese ganado las elecciones del Centro y se compra ese carro, yo sería el primero que diría que usted estaba robando en la Uasd".

Esas expresiones me dejaron ver otro riesgo de la administración pública, la errada percepción de las gentes acerca del origen del dinero.

Yo había devuelto en el 1996 millones de pesos públicos porque no eran míos, ejercía una carrera de manera honesta con cuyos recursos me podía comprar un carro, sin embargo, si lo hacía siendo Director de la Uasd, usando mi dinero, el pueblo podía verme como un 'corrupto".

Estaba claro para mí, yo no  iba a presentarme como candidato en las elecciones del año 2002, y deje el camino abierto a otros aspirantes. Esa es la razón por la cuál no dirigí la Uasd Barahona, y que nunca la  había hecho de conocimiento público.

Manejé  presupuestos de millones de pesos anualmente, en dos empresas de capital extranjero en las que fui gerente y en mis manos  nunca se quedó un peso que no fuera el producto de mis salarios.

Creo que es conveniente, tal y como lo deja ver el magistrado Guevara, que veamos como normal la honestidad en el desempeño de las funciones públicas, que la satisfacción sea la consecuencia de servir a las gentes, con prontitud, idoneidad y buen ánimo.

Claro que se puede, y, más que eso, se debe, ser funcionario público honesto. El país ya se viene cansando del cuento de que la corrupción es sistema, que es un mal inevitable.  Los ejemplos de arriba habrán de tener consecuencias abajo.

Mis saludos al buen amigo, magistrado Ulises Guevara, cuyas palabras motivaron este escrito.